Cuando decimos
que Unamuno, Oscar Wilde o Chesterton, son escritores paradójicos, es decir,
que hacen uso abundante de la paradoja, debemos entender bien qué significa el
término en estos casos. Pues que, muy grosso
modo, podemos distinguir tres usos diferentes del término: el retórico, el
filosófico y el etimológico. Los explico.
a) uso retórico: en Retórica la paradoja
es una figura de pensamiento que consiste en una (aparente) contradicción lógica.
Cuando Santa
Teresa de Jesús escribe: Vivo sin vivir
en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero (ejemplo clásico
en nuestra tradición), podemos entender las paradojas del primer y tercer verso
de la siguiente manera: 1) vivo, pero mi vida no es tal, es tan pobre
(comparada a lo que espero: la vida eterna), que no la puedo considerar vida;
3) muero, es decir malvivo, porque no me llega la muerte, que me permitiría
alcanzar la eternidad.
El oxímoron es una forma de la paradoja,
cuando la contradicción se produce entre términos de un mismo sintagma: la música callada, de que habla San Juan
de la Cruz , o el
título de aquella canción de Simon y Garfunkel: “Los sonidos del silencio”.
b) uso filosófico: es muy amplio este uso
(la filosofía analítica se ha ocupado con mucho detalle de ello), pero nos
limitaremos a una exposición general, aplicada a la célebre paradoja de Zenón
de Elea sobre Aquiles y la tortuga.
Podríamos
decir que, filosóficamente, la paradoja es una declaración falsa que tiene toda
la apariencia de verdadera. Según Zenón
de Elea, si le da un poco de ventaja en su competición, Aquiles nunca alcanzaría
a la tortuga, pues para llegar a donde se encuentra su contrincante debería
caminar previamente la mitad del espacio, y luego otra vez la mitad de esa
mitad, y así de mitad en mitad hasta el infinito. De manera que nunca la
alcanzaría.
Dos respuestas
se me ocurren a esta paradoja: la muy lúcida de Diógenes el Cínico, cuando
empezó a andar y exclamó “El movimiento se demuestra andando”. O esta otra, que
entra en la discusión filosófica: la falsedad de la paradoja de Zenón de Elea
consiste en resolver matemáticamente,
con una serie de fracciones hasta el infinito, lo que es un problema físico, cuyas magnitudes no son puntos
matemáticos, sino que tienen dimensiones mensurables y no infinitamente
divisibles.
c) uso etimológico: del que queríamos
tratar hoy (en referencia a los autores anteriormente nombrados). Consta del
prefijo para- (al margen de, contra,
junto a) y el término griego –doxa (opinión
común). Por lo tanto, se definiría como idea extraña u opuesta a la opinión común
y al sentir de las personas corrientes.
Estos
escritores paradójicos se mueren por expresar opiniones que sorprendan y hagan
pensar al común de los mortales, habituado a funcionar con tópicos o las “habladurías”
(Gerede, en alemán) de que hablaba
Heidegger. En ese sentido son verdaderos estímulos para un pensamiento
original.
Cerremos este
breve excurso con unas paradojas suyas a modo de homenaje.
Oscar Wilde:
La única diferencia entre un capricho y una pasión eterna es que
el capricho dura un poco más.
La única manera de librarse de una tentación es caer en ella.
Solo hay algo en la vida peor que ser criticado: ser ignorado.
Chesterton:
Lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios no es que
ya no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en todo.
A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los
revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro.
Unamuno:
Procuremos más
ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.
Hay quien por
salvar al prójimo lo lleva al matadero.
La manía de
viajar viene de topofobía y no de filotopía; el que viaja mucho va huyendo de
cada lugar que deja y no buscando cada lugar a que llega.
(Y, desde
luego, todo su poema “Oración del ateo”)
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