LOS JUSTOS
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
Jorge Luis Borges
En todo tiempo hay siempre treintaiséis justos sobre la faz de la tierra, cuando ellos desaparezcan el mundo acabará. No se conocen entre ellos y cuando uno de los justos muere es inmediatamente sustituido por otro. Se los representa como extremadamente modestos, humildes e ignorados por el resto de las personas.
Sanhedrín 97b, Sucá 45b, sobre los Tzadikim Nistarim (los justos)
lunes, 28 de octubre de 2013
viernes, 11 de octubre de 2013
El momento clave de Casa de muñecas
NORA (Con su ropa habitual):
Sí, Torvaldo, he vuelto a vestirme.
HELMER:
¿Y para qué?
NORA:
No pienso dormir esta noche.
HELMER:
Pero, querida Nora...
NORA (Mirando el reloj):
No es tarde todavía. Siéntate, Torvaldo, tenemos que hablar.
(Se sienta junto a la mesa).
HELMER:
Nora..., ¿qué significa esto? ¿Por qué estás tan seria?
NORA:
Siéntate. La conversación será larga. Tenemos mucho que decirnos.
Sí, Torvaldo, he vuelto a vestirme.
HELMER:
¿Y para qué?
NORA:
No pienso dormir esta noche.
HELMER:
Pero, querida Nora...
NORA (Mirando el reloj):
No es tarde todavía. Siéntate, Torvaldo, tenemos que hablar.
(Se sienta junto a la mesa).
HELMER:
Nora..., ¿qué significa esto? ¿Por qué estás tan seria?
NORA:
Siéntate. La conversación será larga. Tenemos mucho que decirnos.
jueves, 3 de octubre de 2013
Safo describe los efectos del amor
Me parece que es igual a los dioses
el hombre aquel que frente a ti se sienta,
y a tu lado absorto escucha mientras
dulcemente hablas
y encantadora sonríes. Lo que a mí
el corazón en el pecho me arrebata;
apenas te miro y entonces no puedo
decir ya palabra.
Al punto se me espesa la lengua
y de pronto un sutil fuego me corre
bajo mi piel, por mis ojos nada veo,
los oídos me zumban,
me invade un frío sudor y toda entera
me estremezco, más que la hierba pálida
estoy, y apenas distante de la muerte
me siento, infeliz.
el hombre aquel que frente a ti se sienta,
y a tu lado absorto escucha mientras
dulcemente hablas
y encantadora sonríes. Lo que a mí
el corazón en el pecho me arrebata;
apenas te miro y entonces no puedo
decir ya palabra.
Al punto se me espesa la lengua
y de pronto un sutil fuego me corre
bajo mi piel, por mis ojos nada veo,
los oídos me zumban,
me invade un frío sudor y toda entera
me estremezco, más que la hierba pálida
estoy, y apenas distante de la muerte
me siento, infeliz.
Etiquetas:
Literatura greco-latina,
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