Sabemos que una alegoría es, como a veces se la denomina, una metáfora continuada, o mejor dicho, una serie de metáforas interrelacionadas, una serie de términos imaginarios que remiten, uno a uno, a términos de la realidad.
Para ejemplificar esta figura vamos a traer una muy sencilla que utiliza Pérez Galdós, en Fortunata y Jacinta.
Doña Desdémona, esposa del comadrón Francisco de Quevedo (así se llama el personaje, qué le vamos a hacer), quiere enviar a Doña Lupe, tía de Maxi (Maximiliano Rubín), y a través de Maxi, la noticia de que Fortunata, su adúltera esposa ya fuera del hogar, acaba de parir. Como todos tienen a Maxi por loco (y desde luego no está en su sano juicio) se atreven a utilizarlo como mensajero:
“Hágame el favor de decirle a Lupe que la pájara mala sacó pollo esta mañana… Un polluelo hermosísimo… Con toda felicidad…”
Dos páginas después, asistimos a este pasaje: “Lo primero en que Doña Lupe puso su atención inteligente fue en la cara del joven al dar el recado, y se pasmó de su impavidez a pesar de que demostraba penetrar el sentido recto de la alegoría empleada por la señora de Quevedo.”
El propio autor explicita la figura retórica que ha empleado Doña Desdémona (alegoría) y distingue entre sentido figurado (la serie de metáforas) y sentido recto (la realidad a que remite la alegoría). A nosotros, como ya hizo Maxi, nos toca realizar la ecuación entre los términos imaginarios y los reales: “la pájara mala” (T.I) = Fortunata (T.R); “sacó polluelo” (T.I) = ha parido un niño (T. R).
Otra muy sencilla es la alegoría que utiliza Jorge Manrique en su copla tercera (a la muerte de su padre): “Nuestras vidas (T.R) son los ríos (T.I) / que van a dar en la mar (T.I) / que es el morir (T.R)”. Donde aparecen tanto los términos imaginarios (indispensables en toda alegoría) como los reales (opcionales).
Es curioso que Fortunata, cuya ignorancia es casi proverbial, parezca haber leído a Manrique, pues cuando está muriéndose suelta lo siguiente en su monólogo interno: "Me muero; la vida se me corre fuera, como el río que va a la mar."
Es curioso que Fortunata, cuya ignorancia es casi proverbial, parezca haber leído a Manrique, pues cuando está muriéndose suelta lo siguiente en su monólogo interno: "Me muero; la vida se me corre fuera, como el río que va a la mar."
Estas son alegorías breves, de un par de metáforas interrelacionadas. La alegoría más célebre y elaborada de la literatura española se la debemos a Gonzalo de Berceo: es la que aparece como introducción a los Milagros de nuestra señora.