El viejo amigo Belinchón, entrañable compañero de filologías y callejerías, escribió hace años este poema (que no puede considerarse un epitalamio) a propósito de determinadas celebraciones nupciales.
El ruido en los corredores,
las cazuelas vacías,
sucia la mesa.
Qué resta del albor,
qué del vocerío,
del estrépito.
Advierta
el caballero de la algazara
que también chilla el cerdo cuando muere.
Amós Belinchón: Áspero cáliz.
lunes, 6 de septiembre de 2010
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