martes, 2 de diciembre de 2008

La joya del Romancero viejo

El infante Arnaldos

¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su halcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas,
la jarcia de oro torzal,
áncoras tiene de plata,
tablas de fino coral.
Marinero que la guía,
diciendo viene un cantar,
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar;
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
Allí habló el infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
«Por tu vida, el marinero,
dígasme ora ese cantar.»
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
«Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va.»

4 comentarios:

Ariadna dijo...

Como Juan Ramón (Jiménez) yo sigo preguntándome: "¿Quién es el marinero del barco?"

CCM dijo...

Hay referencias suficientes en el poema de tipo órfico (que en la Edad Media aparecía frecuentemente como "figura" de Cristo) y crístico para relacionar al marinero con la figura de Jesucristo.

Ariadna dijo...

¿Qué versión de Jesucristo? ¿La del marinero cuya nave nos conducirá al amor, a la vida eterna? o ¿descenderíamos en su faceta órfica a los infiernos?
El momento del encuentro (=revelación), la mañana de San Juan, señala simbólicamente la transición entre dos mundos. ¿No entrañan los últimos versos un peligro: Un viaje sin regreso... una especie de canto de sirena? Sin duda, el misterio que rodea al marinero lo hace aún más atractivo que la opulencia de su barco o sus poderes sobrenaturales.

CCM dijo...

El descenso a los infiernos no fue más que un momento de esa gloriosa victoria sobre la muerte. Pero me quedo con tu apreciación del misterio. Menéndez Pidal prefería, a las versiones largas del romance, este "versión fragmentaria", "con el corte repentino que acepto como de más tensión poética, pues da a la canción del marinero un misterio inefable".