lunes, 17 de septiembre de 2018
UNA BIBLIOTECA INSÓLITA Y POPULAR
Durante un reciente paseo vespertino por la urbanización de Pedralvilla (entre Bétera y Olocau) tuve una de las sorpresas más gratas que nunca hubiera imaginado. Y es que, junto a una pared, nos topamos -mi esposa y yo, que hacíamos el paseo- con tres frigoríficos artísticamente pintados, en uno de los cuales se podía leer Biblioteca. Nos acercamos a ese y abrimos la puerta... Nos encontramos con un pequeño paraíso de libros congregados dentro del mueble. En la parte superior, la de nevera, había libros para adultos, incluso en idiomas extranjeros (recuerdo en inglés y francés). En la parte de abajo, la del congelador, se encontraban los libros para niños. Los libros se podían retirar libremente. Sólo rezaba una nota interior en ellos: "Léeme y luego me devuelves." Cogí yo uno de adultos y uno infantil para ni hijo.
Ni que decir tiene que la idea me pareció brillante. Son malos tiempos para la lírica, y también para la lectura. Pero que en una urbanización algo remota se pueda disponer de esos tres frigoríficos, tan lindamente decorados, llenos de libros, no deja de parecerme un pequeño milagro de gusto y generosidad.
¡¡Enhorabuena al creador de la idea y proyecto!!
Este verano, viajando por el País Vasco, vimos algo parecido junto a las paradas de autobús interurbano (recuerdo las de Azpeitia). En ellas se podía encontrar una veintena o treintena de libros para recrearse mientras se espera el autobús.
Pero lo de ayer, lo de Pedralvilla, me pareció más bonito, más sorprendente y enriquecedor. Y creo que sería una idea que muchos pueblos pequeños o de tamaño medio podían imitar. Pienso en Arredondo, "la capital del mundo", el pueblo de Cantabria en que pasé muchos veranos de mi juventud y al que todavía me acerco algún verano que otro. Sería maravilloso que una iniciativa similar se pusiera en marcha allí. Sólo haría falta imaginación, generosidad, unas decenas de ejemplares y uno o dos frigoríficos viejos.
miércoles, 12 de septiembre de 2018
Relectura de PATRIA, de Fernando Aramburu
Una estancia veraniega por tierras guipuzcoanas me ha llevado a una relectura de Patria (2016). La leí hace poco más de un año y la he vuelto a releer en poco más de una semana. Me ha vuelto a enganchar, como ocurrió la otra vez, de la primera a la última de sus más de 600 páginas. Quería reflexionar un poco sobre sus virtudes y cómo consigue imponerse al lector.
La brevedad de los capítulos (entre cuatro y seis páginas habitualmente), el hecho de que cada uno de ellos esté dedicado a los distintos personajes de las dos familias (a Bittori y Miren, especialmente, pero también al Txato, a Joxian, Arantxa, Xose Mari, Nerea, Xabier, etc) hace que resulte un relato envolvente del que no te puedes (no te quieres) salir. Hay también otros recursos que coadyuvan a ello: el juego con la temporalidad y la información. La novela va a saltos temporalmente, entre el pasado (años 80) y el presente (siglo XXI), sin precisar muchas veces el momento, y así te va transmitiendo una cantidad abundante de información que, por su vaguedad cronológica, va esencialmente dirigida a la emoción más que a la intelección. Al mismo tiempo, el uso de un estilo indirecto libérrimo (donde mezcla el dominante estilo indirecto del narrador, con el clásico estilo indirecto libre, y aún más, con frases y palabras en estilo directo de los personajes) hace que el lector se meta continuamente en la piel mental de los personajes.
Por otra parte, una prosa clara, limpia, directa, hace que el lector no se enrede jamás con el estilo, y la lectura fluya con velocidad por el mundo narrado.
Ahora bien, lo principal de esta novela es el tema que aborda y la verdad que transmite. El tema, ahí es nada, son los años de fuego de la organización terrorista ETA en nuestro país, vistos a través de dos familias amigas que se distancian cuando una de ellas se radicaliza (hijo etarra) y la otra recibe amenazas de ETA, que conducen a un asesinato. La manera en que se describe el cobarde silencio de una sociedad en torno a los amenazados, aunque también cómo se describe el mundo del terrorismo desde dentro, o la vida en las penitenciarias, resulta verdaderamente iluminador.
Pero también hay decenas de flecos más: los matrimonios mal avenidos; la experiencia del aborto y, luego, la enfermedad; la creación en euskera; la depresión y la homosexualidad; ... un mundo inacabable.
Es, sin duda, una de las novelas más importantes escritas en España en los últimos años.
Quería comentar también algún detalle de su relación con otro monumento de la literatura vasca como es Martutene, de Ramón Saizarbitoria, novela también voluminosa (unas 700 páginas) y algo anterior en el tiempo (2013).
Martutene es un gran fresco sobre la sociedad vasca actual, que se estructura de forma muy similar a Patria, a través del influjo de una joven socióloga norteamericana (Lynn) sobre dos parejas al borde del naufragio que protagonizan la novela (un escritor y una traductora; un ginecólogo y su esposa, médica también). Los capítulos, más largos ahora, discurren alternativamente sobre los mundos de ambos protagonistas masculinos (Martin, el escritor y Abaitua, el médico), y en el capítulo final vienen a confluir casi todos los personajes (como también ocurre en Patria). Tanto en tamaño, es decir, ambición, como en estructura, Patria parece deber algo a Martutene (¿una emulación, como sospecho que debió ser la Fortunata y Jacinta, de Galdós, con respecto a La Regenta, de Clarín?). Pero si bien Martutene parece una novela más ambiciosa, muy literaria (se monta casi como un palimpsesto de Montauk, de Max Frisch) y muy bien escrita (aunque del original en euskera yo sólo conozco la traducción), en cuanto al tratamiento del problema vasco (que sólo comparece muy parcialmente en la novela de Saizarbitoria) nos parece Patria netamente superior, pues que ese problema (la violencia y el silencio cobarde de una sociedad) constituye la razón de ser de la novela.
N.B. Para rizar más el rizo, resulta que Montauk ha sido recientemente traducida al castellano por... Fernando Aramburu. Pero hasta ahí no ha llegado aún mi pesquisa en torno a la relación de las dos novelas.
La brevedad de los capítulos (entre cuatro y seis páginas habitualmente), el hecho de que cada uno de ellos esté dedicado a los distintos personajes de las dos familias (a Bittori y Miren, especialmente, pero también al Txato, a Joxian, Arantxa, Xose Mari, Nerea, Xabier, etc) hace que resulte un relato envolvente del que no te puedes (no te quieres) salir. Hay también otros recursos que coadyuvan a ello: el juego con la temporalidad y la información. La novela va a saltos temporalmente, entre el pasado (años 80) y el presente (siglo XXI), sin precisar muchas veces el momento, y así te va transmitiendo una cantidad abundante de información que, por su vaguedad cronológica, va esencialmente dirigida a la emoción más que a la intelección. Al mismo tiempo, el uso de un estilo indirecto libérrimo (donde mezcla el dominante estilo indirecto del narrador, con el clásico estilo indirecto libre, y aún más, con frases y palabras en estilo directo de los personajes) hace que el lector se meta continuamente en la piel mental de los personajes.
Por otra parte, una prosa clara, limpia, directa, hace que el lector no se enrede jamás con el estilo, y la lectura fluya con velocidad por el mundo narrado.
Ahora bien, lo principal de esta novela es el tema que aborda y la verdad que transmite. El tema, ahí es nada, son los años de fuego de la organización terrorista ETA en nuestro país, vistos a través de dos familias amigas que se distancian cuando una de ellas se radicaliza (hijo etarra) y la otra recibe amenazas de ETA, que conducen a un asesinato. La manera en que se describe el cobarde silencio de una sociedad en torno a los amenazados, aunque también cómo se describe el mundo del terrorismo desde dentro, o la vida en las penitenciarias, resulta verdaderamente iluminador.
Pero también hay decenas de flecos más: los matrimonios mal avenidos; la experiencia del aborto y, luego, la enfermedad; la creación en euskera; la depresión y la homosexualidad; ... un mundo inacabable.
Es, sin duda, una de las novelas más importantes escritas en España en los últimos años.
Quería comentar también algún detalle de su relación con otro monumento de la literatura vasca como es Martutene, de Ramón Saizarbitoria, novela también voluminosa (unas 700 páginas) y algo anterior en el tiempo (2013).
Martutene es un gran fresco sobre la sociedad vasca actual, que se estructura de forma muy similar a Patria, a través del influjo de una joven socióloga norteamericana (Lynn) sobre dos parejas al borde del naufragio que protagonizan la novela (un escritor y una traductora; un ginecólogo y su esposa, médica también). Los capítulos, más largos ahora, discurren alternativamente sobre los mundos de ambos protagonistas masculinos (Martin, el escritor y Abaitua, el médico), y en el capítulo final vienen a confluir casi todos los personajes (como también ocurre en Patria). Tanto en tamaño, es decir, ambición, como en estructura, Patria parece deber algo a Martutene (¿una emulación, como sospecho que debió ser la Fortunata y Jacinta, de Galdós, con respecto a La Regenta, de Clarín?). Pero si bien Martutene parece una novela más ambiciosa, muy literaria (se monta casi como un palimpsesto de Montauk, de Max Frisch) y muy bien escrita (aunque del original en euskera yo sólo conozco la traducción), en cuanto al tratamiento del problema vasco (que sólo comparece muy parcialmente en la novela de Saizarbitoria) nos parece Patria netamente superior, pues que ese problema (la violencia y el silencio cobarde de una sociedad) constituye la razón de ser de la novela.
N.B. Para rizar más el rizo, resulta que Montauk ha sido recientemente traducida al castellano por... Fernando Aramburu. Pero hasta ahí no ha llegado aún mi pesquisa en torno a la relación de las dos novelas.
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