El
profesor de COU se topó con la poesía de Machado tempranamente, en
su antiguo Bachillerato de 6 cursos, gracias a un profesor enamorado
de don Antonio. La fue descubriendo poco a poco, hasta que la hizo
suya, y es ahora una de las voces que le acompaña siempre (uno de
los grandes, grandes) y por la que siente tanta veneración como su
antiguo profesor.
Ni
que decir tiene que en sus años de enseñante hubo de explicar
muchas veces la poesía de Machado, tanto las Soledades.
Galerías. Otros poemas (SGOP),
como los Campos
de Castilla.
Prefiere este último, más
humano e insertado en la Historia,
sin por ello dejar de reconocer la grandeza del anterior, libro
plenamente simbolista. DE SGOP, de la sección “Humorismos,
fantasías, apuntes” traigo hoy este poema, que solía comentar en
clase. Apunto lo esencial de él, sin entrar en un comentario a
fondo.
Los
sueños malos (LIV)
Está
la plaza sombría;
muere el día.
Suenan lejos las campanas.
muere el día.
Suenan lejos las campanas.
De balcones y ventanas
se iluminan las vidrieras
con reflejos mortecinos,
como huesos blanquecinos
y borrosas calaveras.
En toda la tarde brilla
una luz de pesadilla.
Está el sol en el ocaso.
Suena el eco de mi paso.
—¿Eres tú? Ya te esperaba...
—No eras tú a quien yo buscaba.
Poema
de 14
versos, en octosílabos, con la sola excepción del tetrasílabo en
el segundo verso, y con una bastante rara rima en pareados,
exceptuando, de nuevo, una cuarteta en los versos del 5 al 8.
Esta
rima en pareados entiendo que potencia el efecto hipnótico y
onírico del poema (ese
fragmentarismo de las imágenes de un sueño),
pues que evidentemente se trata de un sueño, un sueño malo, es
decir, una pesadilla (v. 10).
El
poema nos sitúa, dentro de esa pesadilla, en un determinado contexto
espacio-temporal en que se mueve el poeta (solo
hacia el final se nos da a ver esa acción: “mi
paso”, v. 12) y donde se producirá un enigmático encuentro que
reviste la forma de diálogo.
Son notorias, en el contexto espacio-temporal, las referencias al
acabamiento del día (“plaza sombría”, “muere
el día”, “tarde”, “ocaso”). El poeta merodea por una
plaza, en torno a balcones y ventanas, donde sólo puede percibir
notas mortuorias (“reflejos
mortecinos”, “huesos
blanquecinos”, “borrosas calaveras”).
Si
atendemos a varios de los poemas de SGOP en que aparece el poeta
merodeando por una plaza en torno a balcones y ventanas (X, XXV, XXX,
XXXVIII, XCIV) nos podemos dar cuenta de que la voz poética anda
buscando lo que podríamos denominar la fantasmática
mujer ausente
(probablemente muerta). Es un referente sentimental del poeta, sin
nombre, y que, desde luego, jamás se hace presente, más que a
través de visiones mortecinas. Por eso la denomino así.
El
joven Machado de SGOP, que parece verdaderamente un muerto en vida,
anda en
sus poemas frecuentemente
en pos de esta irreal
figura.
Nuestro
poema se va a cerrar con un encuentro-desencuentro, a través de un
diálogo seco y cortante, que resulta muy enigmático. ¿Quiénes
hablan? ¿A quién se refieren los dos “tú” que aparecen en
sendos versos?
Por
todo el simbolismo mortuorio del poema no me cabe duda de que las dos
voces son las de la Muerte (v. 13) y la del poeta (v. 14). El primer
“tú” se refiere al poeta, y el segundo a la Muerte. La Muerte se
encuentra con el poeta y le expresa una solicitación (“ya te
esperaba”); el poeta, en su pesadilla, con su respuesta cortante,
intenta escapar de su amenaza: “no eras tú a quien yo buscaba”.
Pero
hay una presuposición en ese último verso: a alguien buscaba el
poeta. De forma muy sintética podríamos decir que el secreto de ese
final es que el
poeta buscaba a la muerta y se encuentra con la Muerte.
La
réplica cortante con que intenta escapar de la muerte rompe la
pesadilla y termina el poema de forma brusca.