miércoles, 26 de septiembre de 2012
Familia que lee unida...
Este verano, en la garganta de Kakueta, en el Pirineo francés, mientras centenares de turistas recorríamos de ida o de vuelta los escasos dos kilómetros que conducen desde una bellísima laguna hasta la boca de acceso a una cueva, mis ojos se quedaron fascinados al contemplar la extraordinaria imagen de una familia que, toda calma y mesura, se entregaba con suma apacibilidad al deleitoso placer de la lectura. No pude evitar sacarles una foto, pues que se me antojó algo que respondía perfectamente al dicho de "si no lo veo, no lo creo". Y todo un ejemplo para lectores perezosos o remisos.
lunes, 24 de septiembre de 2012
Una magnífica evocación de lo que debemos a Grecia
Nuestra deuda con Atenas
Inauguraron una actitud ante el mundo: tenían un inaudito afán de conocer y conocerse, entusiasmo por la libertad, anhelo de belleza cotidiana y una animosa confianza en el diálogo. En las orillas del mar, “sonrisa innumerable de las olas” y camino de infinitas aventuras, inventaron leyes, exploraron el cosmos y teorizaron con entusiasmo. Para retratar el carácter ateniense, Pericles dijo, según cuenta Tucídides: “Amamos la belleza sin ostentación y buscamos el saber tenazmente”. Admirable lema para una ciudad y una cultura. Y solo a un griego como Aristóteles se le pudo ocurrir como algo evidente que “por naturaleza, todos los hombres anhelan el saber”. A otros pueblos los definen otros afanes: aman la piedad religiosa, el dinero, las guerras de conquista, el fútbol o la gastronomía. Solo en Grecia “filosofar” no fue un raro oficio profesional, solo allí fue la política una tarea común de la democracia. En Atenas, la educación comenzaba por saber poesía (Homero, sobre todo) y acudir al teatro de Dioniso. Otras ciudades anteponían el atletismo, la gimnasia y las hazañas bélicas.
Los dioses griegos, hechos a imagen y semejanza de los seres humanos, incluso demasiado humanos, pero más hermosos, frívolos y felices, no acongojaban la vida de sus creyentes; fiestas colectivas y certámenes deportivos eran frecuentes y populares. Frente al despotismo de otros pueblos, como los persas, los griegos —cuenta Heródoto— se sentían orgullosos de obedecer solo a sus propias leyes; frente al hieratismo de los sabios egipcios, creían en la vivacidad y la belleza de lo efímero con entusiasmo juvenil. El arte en otros países es rígido, solemne y atemporal; el de los griegos expresa el amor a lo humano embellecido y trágico, como hacen a su modo sus poetas y sus pensadores.
La inquietud intelectual, la exploración del mundo y de uno mismo, la pregunta por la naturaleza y la condición humana son rasgos históricos del helénico estar en el mundo. Sabiendo que “todo fluye” (Heráclito) y “no todo lo enseñaron desde el principio los dioses; con el tiempo, avanzando en su busca, los hombres encuentran lo mejor” (Jenófanes), y “el ser humano es la medida de todas las cosas” (Protágoras), y “la medida es lo mejor” (uno de los siete sabios), y “la vida irreflexiva no es digna de vivirse” (Sócrates).
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Literatura greco-latina,
Literatura Universal,
Mitos
martes, 11 de septiembre de 2012
Un cuentecillo de brujas
Una viejecilla quería tener amigo al cura de su parroquia. Un día en la iglesia le dijo: -Mucho me debía usted querer , señor, pues le he salvado la vida. Estando con las “buenas damas” hemos entrado en su casa con antorchas a media noche. Estabais dormido y desnudo. Habiendo yo vistoos así os he arropado, para que nuestras damas no vieran vuestra desnudez; pues si os hubieran contemplado de aquella suerte os hubieran azotado, hasta haceros morir a sus golpes. El cura le preguntó cómo había entrado, puesto que la puerta estaba cerrada con llave. Y la viejecilla respondió: -No hay puertas ni cerrojo que pueda impedirnos entrar o salir a cualquier sitio. El cura la hizo entrar en la sacristía y con el mango de la cruz procesional le dio una tanda de palos a la par que le decía: –¡Salid de aquí y volad, señora bruja, puesto que ni puerta ni cerrojo son capaces de reteneros! Como, naturalmente, no pudo salir, el cura la echó luego, añadiendo como conclusión: –Bien veis que sois unas locas al creer en vuestros sueños insensatos.
Julio Caro Baroja: Las brujas y su mundo.
Notas: 1- “tener amigo”: hacerle su amante; 2- “buenas damas”: brujas y hechiceras.
Homenaje a Menéndez Pelayo
En esta página se encuentra el artículo del número homenaje a Menéndez Pelayo:
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