sábado, 1 de marzo de 2014

Paradoja: significados

Cuando decimos que Unamuno, Oscar Wilde o Chesterton, son escritores paradójicos, es decir, que hacen uso abundante de la paradoja, debemos entender bien qué significa el término en estos casos. Pues que, muy grosso modo, podemos distinguir tres usos diferentes del término: el retórico, el filosófico y el etimológico. Los explico.

a) uso retórico: en Retórica la paradoja es una figura de pensamiento que consiste en una (aparente) contradicción lógica.
Cuando Santa Teresa de Jesús escribe: Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero (ejemplo clásico en nuestra tradición), podemos entender las paradojas del primer y tercer verso de la siguiente manera: 1) vivo, pero mi vida no es tal, es tan pobre (comparada a lo que espero: la vida eterna), que no la puedo considerar vida; 3) muero, es decir malvivo, porque no me llega la muerte, que me permitiría alcanzar la eternidad.
El oxímoron es una forma de la paradoja, cuando la contradicción se produce entre términos de un mismo sintagma: la música callada, de que habla San Juan de la Cruz, o el título de aquella canción de Simon y Garfunkel: “Los sonidos del silencio”.

b) uso filosófico: es muy amplio este uso (la filosofía analítica se ha ocupado con mucho detalle de ello), pero nos limitaremos a una exposición general, aplicada a la célebre paradoja de Zenón de Elea sobre Aquiles y la tortuga.
Podríamos decir que, filosóficamente, la paradoja es una declaración falsa que tiene toda la  apariencia de verdadera. Según Zenón de Elea, si le da un poco de ventaja en su competición, Aquiles nunca alcanzaría a la tortuga, pues para llegar a donde se encuentra su contrincante debería caminar previamente la mitad del espacio, y luego otra vez la mitad de esa mitad, y así de mitad en mitad hasta el infinito. De manera que nunca la alcanzaría.
Dos respuestas se me ocurren a esta paradoja: la muy lúcida de Diógenes el Cínico, cuando empezó a andar y exclamó “El movimiento se demuestra andando”. O esta otra, que entra en la discusión filosófica: la falsedad de la paradoja de Zenón de Elea consiste en resolver matemáticamente, con una serie de fracciones hasta el infinito, lo que es un problema físico, cuyas magnitudes no son puntos matemáticos, sino que tienen dimensiones mensurables y no infinitamente divisibles.

c) uso etimológico: del que queríamos tratar hoy (en referencia a los autores anteriormente nombrados). Consta del prefijo para- (al margen de, contra, junto a) y el término griego –doxa (opinión común). Por lo tanto, se definiría como idea extraña u opuesta a la opinión común y al sentir de las personas corrientes.
Estos escritores paradójicos se mueren por expresar opiniones que sorprendan y hagan pensar al común de los mortales, habituado a funcionar con tópicos o las “habladurías” (Gerede, en alemán) de que hablaba Heidegger. En ese sentido son verdaderos estímulos para un pensamiento original.
Cerremos este breve excurso con unas paradojas suyas a modo de homenaje.




Oscar Wilde:

La única diferencia entre un capricho y una pasión eterna es que el capricho dura un poco más.

La única manera de librarse de una tentación es caer en ella.

Solo hay algo en la vida peor que ser criticado: ser ignorado
.


Chesterton:

Lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios no es que ya no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en todo.

A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro.


Unamuno:

Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.

Hay quien por salvar al prójimo lo lleva al matadero.

La manía de viajar viene de topofobía y no de filotopía; el que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja y no buscando cada lugar a que llega.



(Y, desde luego, todo su poema “Oración del ateo”)

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