domingo, 30 de enero de 2022

Un delicioso fragmento costumbrista de "Clarín", el provinciano universal, de Juan Antonio Cabezas

 

Siempre contaba a mis alumnos en clase que, cuando yo estudié el Bachillerato, a principios de los 70, en mi libro de texto se le dedicaban dos líneas a Clarín y La Regenta para descalificarlos a ambos. Clarín había sido un gran olvidado en la historia de la literatura hasta que esa bendita edición de La Regenta en Alianza Editorial lo volvió a poner en manos de muchísimos lectores. Por eso tiene mucho mérito la biografía que en 1935 escribió Juan Antonio Cabezas, “Clarín”, el provinciano universal. Escrita de manera muy literaria (poco positivista), acertaba sin embargo a darnos una imagen muy viva del escritor. Tecleo para el blog el comienzo del capítulo VIII, que constituye un delicioso cuadro costumbrista brillantemente escrito:



En Oviedo vive todavía, en este año de 1935, un peluquero que afeitó a Alfonso XII. Fue un día del mes de julio de 1877. El joven monarca, que acaba de llegar a Oviedo, siente la necesidad de afeitarse. Y he aquí que un emisario regio se presenta en a peluquería de Lobón para pedir que afeite a su majestad. Nada menos que eso. Fue un momento de emoción sin precedentes en la historia de la noble artesanía de Oviedo. Las navajas alemanas, relámpagos de acero bruñido por los navajeros de Solingen, se voltearon con maestría sobre los suavizadores de cuero. Las bacías se volvieron de oro al contacto con el vinagre y los más delicados perfumes se descorcharon -¿y cuándo mejor?- para perfumar las barbas reales. Ahí es nada afeitar a un rey auténtico y con toda la barba, aunque sea partida en dos parcelas, como la que Alfonso XII puso de moda en su tiempo. Todos sus años, que son ya muchos, los vivió el bueno de Felipe con el recuerdo de aquella emoción, la más dulce y fuerte de su vida. En memoria de aquel día, fausto en los anales de su artesanía, Lobón llevó en adelante sus barbas al estilo alfonsino. Y jamás se sentó un cliente en su establecimiento de la calle de la Rúa, sin que el buen Fígaro dejase de iniciar esa charla vulgar y acomodaticia de los barberos, con estas palabras, equivalentes para Lobón al “Decíamos ayer...” de fray Luis: “Cuando yo afeité a Alfonso XII...”

martes, 18 de enero de 2022

Carlo Ancelotti y Schopenhauer. Tangencias inauditas

 

Hoy, que me levanto con la noticia de la muerte de Francisco Gento, el post tendrá un carácter futbolero. A Paco Gento, extremo legendario, yo lo vi jugar a finales de los 60, cuando tenía ya mermadas sus facultades. No deslumbraba con su juego, no se pudiera decir que fuera todavía “la galerna del Cantábrico”, pero lanzaba los penaltis en el Madrid y casi todos iban dentro.

Pero lo que quería comentar hoy es una tangencia inaudita entre Carlo Ancelotti y el filósofo Schopenhuaer.

Todos recordaremos aquella manifestación del técnico italiano cuando dijo que Nacho Fernández era tan bueno porque era pesimista. Y explicó: como es pesimista, cree que todo le va a salir mal, y se esfuerza al máximo en evitar errores.

Pues bien, leyendo hoy los Aforismos sobre la sabiduría de la vida, del filósofo alemán, me topo con el siguiente pasaje, a propósito de la distinción platónica entre los díscolos (personas de mal humor) y los éucolos (personas joviales):

Pero no es fácil hallar un mal sin compensación alguna. Así ocurre que los díscolos, los caracteres sombríos e inquietos, tendrán en suma que soportar más desdichas imaginarias, pero en desquite, menos reales que los caracteres alegres y despreocupados; porque aquel que todo lo ve negro, que busca siempre lo peor y que, por tanto, toma sus medidas en consecuencia, no tendrá tantos desengaños como el que presta a todas las cosas colores y perspectivas risueñas.”

Qué sabio se nos antoja el bueno de Carletto.