martes, 28 de abril de 2020

Papeles póstumos de un profesor de COU (7): Jorge Luis Borges: EMMA ZUNZ, ensayo de interpretación psicoanalítica.

El profesor de COU a veces ensayaba la interpretación psicoanalítica en clase. Entonces tenía una devoción inmensa por Freud, como pensador y como escritor. Hoy en día es más escéptico al respecto. Los tipos de hermenéuticas absolutistas -como el psicoanálisis o el marxismo-, que siempre encuentran la debilidad o contradicción soterrada en tu oposición a su verdad incuestionable, me provocan un rechazo no solamente instintivo, sino racional. Pero entonces, repito, me gustaba lanzarles retos a mis alumnos y abrirles la mente con discursos que cuestionaban nuestros modos habituales de ver la realidad. Esos que provenían de la escuela de la sospecha. Alguna vez leímos en clase el prodigioso relato Emma Zunz, de Borges, y ensayé ese tipo de hermenéutica. Ahora, años después, lo recojo en el blog a modo de operación nostálgica, y valga por lo que valiere:

Empezaremos por resumir este cuento de Borges que reclama (a gritos, en mi opinión) una interpretación psicoanalítica.

Emma Zunz, empleada de la empresa Tarbuch & Loewentahl en Argentina, recibe una carta donde se le notifica la muerte de su padre, en Brasil, a causa de haber ingerido una fuerte dosis de veronal. Emma atribuye este suicidio a una cadena de desgracias que comenzó cuando su padre fue acusado de desfalco en la empresa en que trabajaba, desfalco que -le confesó su padre- fue cometido por Loewentahl, antes gerente y ahora dueño de la empresa. Inmediatamente Emma trama una venganza descomunal: concierta una cita con Loewentahl para comentar asuntos de trabajo, se acerca al puerto y se deja poseer por un marinero extranjero, más tarde mata a Loewentahl y declara a la policía que lo mató porque había abusado de ella. El relato termina así:

"La historia era increíble, pero se impuso a todos porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios."


El hecho estremecedor de la historia consiste en el oprobio a que se somete la protagonista para encontrar una coartada a su acto de venganza justiciera. Lo tendremos muy en cuenta en nuestro análisis, por supuesto, así como la vacilación numérica con que se cierra el cuento, "uno o dos nombres propios", que constituirá la clave de nuestra interpretación.

El momento final de un texto literario, lo que se denomina cierre, y sirve entre otras cosas para delimitar el texto, es un momento privilegiado de cualquier creación verbal. Por ello un final vacilante ha de entenderse como algo voluntariamente significativo, y especialmente en un autor como Borges, muy cerebral, muy calculador, a quien gusta diseñar relatos que son verdaderos mecanismos de relojería. (Es así como habría que entender el "relojero" que le espetó Ernesto Sábato al final de un ensayo ciertamente crítico, pero finalmente rendido, sobre nuestro autor: "A usted, Borges, ante todo lo veo como un Gran Poeta. Y luego: arbitrario, genial, tierno, relojero, débil, grande, triunfante, arriesgado, temeroso, fracasado, magnífico, infeliz, limitado, infantil, inmortal.")

Partimos, pues, de un aspecto básico del carácter de Emma Zunz, y es la profunda relación edípica que mantenía con su padre. Hay muchos datos en el texto que conducen a esta interpretación: cuando recibe la notificación de su muerte lo primero que siente es un "malestar en el vientre", seguido de una "ciega culpa"; inmediatamente siente que "la muerte de su padre era la único que había sucedido en el mundo, y seguiría sucediendo sin fin", lo que nos habla de una concepción del padre como algo único, como un dios (y no olvidemos que su padre, hebreo, se llama Emmanuel, nombre que incluye el de la hija -indicio de una profunda identificación-, y que en hebreo significa, según el evangelio de Mateo, "Dios con nosotros". ¿Y qué cosa sino un "dios encarnado" es un padre para una hija inmersa en un complejo edípico?) Poco después, durante la noche, en que recuerda multitud de cosas del pasado, se nos dice: "recordó (trató de recordar) a su madre" / "recordó (pero eso jamás lo olvidaba) que su padre [...] le había jurado que el ladrón era Loewentahl." No hay memoria de la madre; no hay olvido del padre. Nuevos indicios del conflicto edípico del personaje. Al día siguiente en el club "se habló de novios y nadie esperó que Emma hablara. En abril cumpliría diecinueve años, pero los hombres le inspiraban, aún, un temor casi patológico..." La fijación edípica con el padre le hace aborrecer cualquier otro posible sustituto.

Cuando decide la brutal coartada y merodea por el puerto para, a manera de prostituta, llevarse a un desconocido a la habitación, se pregunta el narrador "cómo recuperar ese breve caos que hoy la memoria de Emma Zunz repudia y confunde?", lo que nos hace pensar que lo que tiene en mente nuestra protagonista es algo más que una venganza.

Al elegir a un hombre, evita a un joven "para que la pureza del horror no fuera mitigada." (Tengamos presente que la palabra horror es aquella que se utiliza siempre en relación con el incesto. Cfr. "El horror al incesto", cap. 1 de Tótem y tabú, de Sigmund Freud.)

En la escena de la posesión hay un par de indicios circunstanciales ("losanges idénticos a los de la casa en Lanús" y el dinero que rompe "como antes había roto la carta") que ayudan a crear la identificación más fuerte del relato: la del marinero nórdico con su padre. La frase clave es: "Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había hecho a su madre la cosa horrible que ahora e ella le hacían". Así pues, en el momento de la cópula ella piensa (compulsivamente: "no pudo no pensar") en la cópula de su padre y su madre. El hecho de que lo sienta como cosa horrible nos sugiere que Emma está viviéndolo como algo más que una relación sexual (¿cómo un incesto?).

Cuando se dirige a la cita con Loewentahl comenta el narrador: "Paradójicamente la fatiga venía a ser una fuerza, pues la obligaba a concentrarse en los pormenores de la aventura y le ocultaba el fondo y el fin". Frase sumamente interesante, pues es posiblemente ella la que más nos invita al tipo de lectura que estamos realizando, la lectura psicoanalítica, que siempre es una lectura que indaga en aquello de lo que el personaje (o el autor, según el caso) no es consciente, en las motivaciones de sus actos que están ocultas para su conciencia. Por otra parte esta falta de conciencia le da fuerza a a su empresa, empresa que ha peligrado un poco antes, en el momento de la cópula, cuando pensó en su padre, y el narrador comenta "en ese momento peligró su desesperado propósito". Es decir, la ausencia de conciencia de las motivaciones profundas le permite actuar y llevar a cabo su venganza, exactamente lo contrario de lo que ocurría con el irresoluto príncipe de Dinamarca a quien, según Freud y su discípulo Ernest Jones, la conciencia de su conflicto edípico impedía actuar.

Finalmente, tras el encuentro con Loewentahl, se produce la venganza y llegamos al final, tras la declaración de Emma: "Abusó de mí, lo maté...", con la frase que he citado al principio. ¿Por qué la vacilación "uno o dos nombres propios"? 

Si lo aplicamos a "abusó de mí", ciertamente no fue Loewentahl. El primer nombre falso es del desconocido marino por éste. Pero el segundo sería el nombre de su padre. Ella ha revivido a la figura de su padre en su desmesurada coartada y ha cometido incesto con él (aunque sea de forma vicaria y fantasmática).

Pero si aplicamos el esquema vacilante al otro verbo, "lo maté", entonces sólo es falso un nombre propio: en Loewentahl Emma mata a su padre y venga con ello la horrible agresión incestuosa de que ha sido objeto.

En el cuento se dice explícitamente: "Ante Aarón Loewentahl, más que la urgencia de vengar a su padre, Emma sintió la de castigar el ultraje padecido por ello. No podía no matarlo después de esa minuciosa deshonra". Donde la fórmula compulsiva (no pudo no + infinitivo)relaciona este momento con el del incesto fantasmático ("no pudo no pensar") y se insiste en el asesinato como castigo por ese ultraje: castigo al padre que es quien (fantasmáticamente) ha perpetrado el ultraje.

Hay algunos datos en el cuento que respaldarían esta otra identificación de Aarón con el padre: como el padre, es hebreo (cuando muere la injuria en español y en yidish); es su jefe (y ya sabemos que en psicoanálisis los términos de padre-jefe-dios pueden funcionar metafóricamente como sinónimos); y se llama Aarón, hermano y vicario del divino Moisés, "padre" de todos los hebreos.
En mi interpretación, por lo tanto, Ema, ante la noticia de la muerte de su padre, decide vengarlo, pero además, inconscientemente, y tomando su determinación justiciera como pretexto, decide realizar fantasmáticamente el deseo incestuoso que la ha poseído durante toda su vida. En definitiva, y de forma vicaria, posee a su padre y lo asesina, culpabilizándolo de su propio deseo.

Sin duda la mente de Emma Zunz, esa anti-Hamlet porteña, es un auténtico laberinto de pasiones y el cuento de Borges una perfecta ilustración (probablemente socarrona y escéptica: hay mucho psicoanálisis de manual en el texto) de ciertos conceptos de la disciplina. Ahora bien, en la medida en que el psicoanálisis es una técnica de interpretación, el relato resulta una criatura privilegiada para este ejercicio de hermenéutica que hemos llevado a cabo.

Carlos Campa Marcé, 24 -1- 2001





1 comentario:

José A. García dijo...

Hay una película basada en este cuento de Borges que da un cierre a algunas cuestiones que en el cuento quedan un poco sueltas, como desatendidas.
Sí, es cierto, me atrevo a decir eso de Borges y no soy nadie.
Lo sé.

Saludos,

J.