martes, 28 de junio de 2022

De nuevo sobre el perdón: Jorge Valdano

 


En mis últimos años en la enseñanza, asistí a uno de los usos (o por mejor decir, abusos) de la nueva pedagogía, que consistía en el hecho de que cualquier falta (desconsideración, insulto grave, violencia) que cometiera un alumno se arreglaba (se borraba, por así decir) con pedir perdón. De manera que el alumno despotricaba con su boca grande y luego perdía perdón con la pequeña, y todo arreglado. No lo entendía yo así, y a cualquier alumno que se alteraba le pedía que midiera sus palabras o sus actos, y de hecho formaba parte de mi manera de ser el no aceptar las disculpas en determinadas ocasiones. Cuando uno pasa de ciertos límites, el mal hecho no se borra con una insincera disculpa dicha entre dientes. Otra cosa es una disculpa sincera, que compromete a la persona que ha cometido el error, pero eso pertenece ya casi al orden de la metafísica y no se puede resumir aquí.


Hace no mucho traje en post un texto magnífico de Natalia Ginzburg donde reflexionaba sobre el perdón en relación con la política y los actos terroristas. Hoy traigo un fragmento de Jorge Valdano, de quien leo con placer su libro tbol: el juego infinito. En un momento del libro toca el tema de la relación de los futbolistas con las palabras (relación habitualmente difícil) y cuestiona un uso erróneo, pues que frívolo, del “pedir perdón”. Ahí va el texto:


son los perdedores quienes están introduciendo un nuevo y lamentable matiz en su discurso. Sobre todo en situaciones definitivas como las finales, los entrenadores y los jugadores dicen tras la derrota: «Quiero pedir perdón a los aficionados por esta desilusión». Ya lo he oído en varios países. ¿Perdón por perder? Perder una final es como morir en la orilla después de haber cruzado el océano a nado. ¿Cómo no valorar el cansancio, los temporales y los ataques de tiburones que se sortearon en el largo trayecto? Solo debe pedirse perdón si uno cree no haberlo dado todo en el intento. Y siento mucho decirles que aquellos que no se esfuerzan hasta el límite en la alta competición, no tienen perdón. Si solo lo hacen como un acto de demagogia más, tampoco lo tienen. O sea, que no se les concede.” (pág. 220)


Impagable Valdano, un futbolista que respeta y mima las palabras.

No hay comentarios: