Desde mi temprana juventud había sentido el ardiente deseo de hacer un viaje a regiones lejanas y poco visitadas por los europeos. Este deseo caracteriza una época de nuestra existencia en que la vida nos aparece como un horizonte sin límites, donde nada tiene ya para nosotros más atractivos que las fuertes agitaciones del alma y la imagen de los peligros físicos. Educado en un país que no mantiene comunicación alguna directa con las colonias de las dos Indias, y habitante luego de las montañas apartadas de las costas, y célebres por las numerosas explotaciones de minas, sentí desarrollarse progresivamente en mí una intensa pasión por la mar y por largas navegaciones. Aquellos objetos que sólo por los relatos animados de los viajeros conocemos, tienen un encanto particular: nuestra imaginación se place en todo lo que es vago e indefinido; los goces de que nos vemos privados nos parecen preferibles a los que diariamente experimentamos en el estrecho círculo de la vida sedentaria.
Alexander von Humboldt: Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente.
domingo, 26 de febrero de 2012
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1 comentario:
Sigo leyéndote y aprendiendo contigo, amigo.
Un fuerte abrazo.
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