Traemos a este lugar dos textos muy diferentes en cuanto a la concepción de la capacidad intelectual de los seres humanos, que se corresponden a dos ideologías de épocas claramente diferenciadas. En efecto, el optimismo ilustrado de D´Alembert (s. XVIII) contrasta con el pesimismo (¿o más bien realismo?) del contrarreformismo jesuítico de Ignacio de Loyola (s. XVI).
El hombre que combina fácilmente ideas no difiere apenas del que las combina con dificultad, más que difiere el que juzga de una ojeada un cuadro del que necesita para apreciarlo que le hagan observar sucesivamente todas las partes: uno y otro, al echar un primer vistazo, han tenido las mismas sensaciones, pero sobre el segundo no han hecho, por así decirlo, más que resbalar, y, para llevarlo al mismo punto en que el otro se ha encontrado de pronto, le hubiera bastado con detenerse y fijarse más tiempo sobre cada uno. Por este medio las ideas reflexivas del primero hubieran devenido tan al alcance del segundo como las ideas directas. Por lo tanto, es acaso justo decir que no existe casi ciencia o arte en las que no se pueda en rigor, y con una buena lógica, instruir al entendimiento más limitado; porque hay pocas, cuyas proposiciones o reglas no puedan ser reducidas a nociones simples y dispuestas entre ellas en un orden tan inmediato, que la cadena no se encuentre interrumpida en ningún punto. La mayor o menor lentitud de las operaciones del espíritu exige más o menos esta cadena, y la ventaja de los más grandes genios se reduce a necesitarla menos que los otros, o más bien a formarla rápidamente y casi sin darse cuenta.
(D´Alembert: Discurso preliminar de la Enciclopedia, 1747)
Ansimesmo, si el que da los ejercicios viere al que los recibe ser de poco subyecto o de poca capacidad natural, de quien no se espera mucho fruto; más conveniente es darle algunos destos ejercicios leves, hasta que se confiese de sus pecados; y después, dándole algunos exámenes de conciencia, y orden de confesar más a menudo que solía, para se conservar en lo que ha ganado, no proceder adelante en materias de elección, ni en otros algunos ejercicios, que están fuera de la primera semana; mayormente cuando en otros se puede hacer mayor provecho, faltando tiempo para todo.
(San Ignacio de Loyola: Ejercicios espirituales, Anotación decimaoctava, 1548)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Eso le pasa al de Loyola por buscarse sitios raros para escribir. Ya se sabe que quien anda en cuevas, troglodita sale. Y conste que sus ejercicios están muy bien para quien los quiera hacer, pero en cuanto a la educación: Viva la Ilustración, manque pierda.
Publicar un comentario