viernes, 9 de julio de 2021

El pintor Antonio López habla de Clarín y Galdós

 

Leo, en una entrevista reciente a Antonio López, lo siguiente:


XL. ¿Le queda tiempo para leer?

A.L. Siempre leo antes de dormir, hacia las once o antes. Me llevo a la cama dos o tres libros. Anoche leí un poco a Josep Pla, Viaje en autobús, que trata de cosas aparentemente sin importancia, pero escribe muy bien. Pero el último libro importante que he leído es La Regenta. Lo leí hace muchísimos años y ahora me ha parecido inmisericorde, no deja títere con cabeza. No me gustan los que miden a la baja todo el tiempo. Como es inteligente, mete el dedo en el ojo muy bien metido. Me gusta más Fortunata y Jacinta; Galdós es más generoso que Clarín.


Me quedo maravillado no sólo con el gusto de nuestro eminente artista (¡qué buena selección!), sino también con su perspicacia, pues que la oposición que plantea entre Clarín y Galdós me parece acertadísima. Clarín es una mente de una lucidez extrema, además de un artista de la palabra. Galdós, muy grande también, pero más sencillo, más cordial, pertenece a “la tradición generosa de Cervantes” como muy bien supo ver Luis Cernuda. No es extraño que un alma bondadosa, como la de López, al final se decante por el canario. A mí me sería muy difícil decidir, me gustan los dos por extremo, pero entiendo perfectamente lo que manifiesta el pintor.


Ahora, una anécdota. En mis años de profesor, solía comenzar el curso de Lengua española de COU, haciéndoles reflexionar a mis alumnos sobre un aforismo de Clarín, recogido en sus “Cavilaciones” de Solos de Clarín. Es el siguiente:

Una polémica no termina cuando se dice la última palabra, sino cuando se ha expuesto el último argumento. Muchas polémicas parecen interminables cuando no han empezado todavía.”

Sencillamente les preguntaba por el significado de la frase, lo que generaba mucha confusión. Luego pasaba a la fase analítica, pues lo que quería era inculcarles una cierta capacidad de análisis.

Veíamos la oposición entre “decir la última palabra” y “exponer el último argumento”. Tantos programas había en la televisión (y, por desgracia, los sigue habiendo) donde se trataba de decir la última palabra, sin que jamás comparezca un argumento. Y a partir de esa oposición se podía entender la paradoja final “parecen interminables”, pues se habla, se habla y se habla, “cuando no han empezado todavía”, pues no se ha comenzado a razonar, a argumentar propiamente dicho.

Lo actual que resultaba el aforismo de Clarín, así como su penetración y precisión expresiva, nos abrían el camino hacia el tipo de reflexión que quería introducir en esas clases de Lengua. Una de las muchas deudas que tengo contraídas con el asturiano universal.

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