¿Tenía Edipo complejo de Edipo?
(Una polémica de los años sesenta)
Comencemos por exponer de forma breve esta noción, fundamental en el análisis freudiano de la psique y frecuentemente rechazada por sus detractores, con palabras del propio Freud, en su Esquema del psicoanálisis: "Ya en los primeros años infantiles (aproximadamente entre los dos y los cinco años) se constituye una síntesis de las tendencias sexuales, cuyo objeto es, en el niño, la madre. Esta elección de objeto, junto con la correspondiente actitud de hostilidad y rivalidad contra el padre, es el contenido llamado complejo de Edipo, que en todos los humanos entraña máxima importancia para la estructuración definitiva de la vida erótica. Se ha comprobado como hecho característico que el hombre normal aprende a vencer el complejo de Edipo, mientras que el neurótico queda vinculado a él". Poco más tarde escribe en el mismo texto: "Es inevitable y del todo normal que el niño haga de sus padres los objetos de su primera elección erótica. Pero su libido no debe permanecer fija en estos objetos, sino tomarlos después únicamente como modelos y pasar de ellos a personas extrañas en la época de la definitiva elección del objeto. El desligamiento del niño de sus padres se convierte así en un indispensable deber educativo si el valor social del joven individuo no ha de correr un serio peligro".
La pregunta que, con ánimo lúdicamente detectivesco, me planteo en el título de este ensayo, me ha llevado a revisar una serie de textos que sobre el tema había leído hacía tiempo y otro con el que, casualmente, me topé cuando preparaba este escrito.
Empezaremos por este último, que será el primero en la exposición. Se trata de una investigación, aparecida en Octubre de 1966, en Les Temps Modernes (¡la revista de Sartre!), firmada por un psicoanalista, Didier Anzieu, y titulada: "Oedipe avant le complexe ou De l´interprétation psychanalytique des mythes". La tesis del autor es que, si se repasa la mitología griega, se encuentra a cada paso la fantasía que el complejo de Edipo sintetiza, desde el acoplamiento de Gea con Urano, su hijo, y la posterior emasculación de éste por su común hijo Crono, hasta los casos de Teseo, Egisto y, por supuesto, el propio Edipo, pasando por Hefesto, Antígona, Atalante y otros muchos.
A este artículo respondió otro del helenista Jean Pierre Vernant, que data del año siguiente, "Edipo sin complejo" (1967), y que, criticando el sistema aproximativo de los psicoanalistas, quienes a través de analogías, sustituciones, metáforas, símbolos, tienden a llevar cualquier fenómeno cultural a su terreno, forzando al "material legendario a plegarse a las exigencias del modelo", reclama un tipo de análisis más vinculado a la historicidad precisa de los fenómenos, más filológico y mitográfico en dos palabras, y si se ha de hacer uso de la psicología, que se trate de una psicología histórica. Tras desmontar el pretendido carácter edípico del mito originario de Gea y Urano (Urano es un hijo peculiar de Gea, pues lo ha engendrado sin relación sexual, por duplicación contradictoria de ella misma; no se da por tanto la edípica relación triangular -padre, madre, hijo-, etc.) y los de Hefesto o Antígona (no se trata en el caso de ésta de un problema de eros sino de philía familiar), se centra en el caso de Edipo.
En esencia la idea de Vernant es que Edipo no puede tener el complejo que lleva su nombre porque, cuando mata a Layo, su padre, en el camino de Delfos a Tebas, y cuando allí más tarde, tras resolver el enigma de la Esfinge y vencerla, se casa con Yocasta, su madre, al ser nombrado rey, ambos actos son absolutamente inocentes, no responden a ningún deseo, más o menos inconsciente. Edipo está convencido de que sus padres son Pólibo y Mérope, sus padres adoptivos, y precisamente cuando estos hechos ocurren, lo que está haciendo Edipo es huir de Corinto, donde viven ellos, para evitar que se pueda cumplir el oráculo de Delfos: "Te acostarás con tu madre, matarás a tu padre". También la famosa frase que pronuncia Yocasta "son muchos ya los mortales que en sueños han yacido con su madre" (y que tan protofreudiana nos parece) es analizada por Vernant, basándose en otros sueños similares que la mitografía o la historiografía clásica nos presenta, en términos de sueño de conquista o de muerte (tomar o volver a la tierra-madre de donde todo procede). Para nuestro helenista la obra no sólo trata de un enigma sino que se estructura como enigma y muestra la profunda ironía de que aquel clarividente que desvela el enigma de la Esfinge no sabe realmente nada de sí mismo. La grandeza trágica de Edipo es ese querer saber a cualquier precio y que pagará (nueva ironía) con la pérdida de sus ojos (el medio esencial del conocimiento para los griegos: theoría = visión). El descubrimiento que nos propone Sófocles con su obra es que el hombre no es un ser que se pueda describir o definir, sino que es un problema, un enigma. ¿Pero no suena esto demasiado a Freud?
El mejor trabajo al respecto, de los que conozco, es el de Jean Starobinski, psicoanalista y crítico literario, "Hamlet y Edipo", que en su versión original data de 1967, pero que no hace referencia explícita a ninguno de los examinados anteriormente. En él analiza el autor cómo, desde los comienzos de la intuición del complejo de Edipo por parte de Freud (que surge en su personal autoanálisis tras la muerte de su padre), normalmente las referencias al mito griego (concretamente a la obra de Sófocles) aparecen vinculadas a referencias asimismo a la tragedia de Shakespeare. Hay un desarrollo paralelo de las ideas sobre ambas en la indagación del complejo. Starobinski concede que el personaje de Edipo no tiene complejo y que el personaje literario que mejor aparece caracterizado por esta estructura psíquica es el del joven príncipe de Dinamarca. Ahora bien, las palabras con que trata el caso de Edipo son de una contundencia incuestionable: "Edipo, pues, carece de inconsciente, porque él es nuestro inconsciente, es decir: uno de los papeles capitales que ha desempeñado nuestro deseo. No hay necesidad de que en él exista profundidad, porque él es nuestra profundidad. Por misteriosa que sea su aventura, el sentido es pleno y no hay laguna alguna. No hay nada oculto: no hay lugar para sondear los móviles e intenciones de Edipo. Sería irrisorio atribuirle una psicología: él mismo es ya una instancia psíquica. Lejos de ser el objeto de un posible estudio psicológico, se convierte en uno delos elementos funcionales gracias a los cuales una ciencia psicológica puede constituirse. Freud no hubiera rechazado, en este caso, la idea de arquetipo, con la condición de limitarla únicamente al personaje de Edipo".
Así pues Starobinski sitúa al personaje de Edipo como lugar arquetípico, como instancia psíquica desde la que analizar otros casos. Y es entonces cuando aparece la figura de Hamlet, una de las creaciones literarias en que mejor se podría estudiar el complejo psíquico de que tratamos. No deja de ser significativo que el personaje del trágico griego, tan vinculado al mito, rechace el análisis psicológico, mientras que el de Shakespeare, el descubridor del continente psicología para la literatura, lo reclama con energía. (Ponderemos en lo que tiene de cierto la boutade de Harold Bloom en El canon occidental: "Shakespeare es el inventor del psicoanálisis; Freud su codificador").
Para concluir me gustaría citar (y este es un escrito con voces prestadas) algo de lo que sobre Hamlet dice Starobinski en su ensayo: "Freud ampliaba el esquema edípico a un caso en apariencia completamente opuesto al de Edipo. Hamlet no es el asesino de su padre, sino su vengador. Sólo que es un vengador titubeante, que retrasa indefinidamente el acto de venganza, obsesionado por la angustia y por la tentación del suicidio. La operación de Freud, de esencia gramatical o lógica, consiste en señalar que una doble negación es el equivalente degradado, fantasmal, de una afirmación: Hamlet no ha cometido el asesinato de su padre, pero, por otra parte, no consigue actuar contra quien sí lo ha cometido. Por tanto, sucede, que no ha cesado, inconscientemente, de desear cometerlo. El padre-fantasma sigue siendo el objeto de un asesinato-fantasma perpetuamente irrealizado. Por eso Hamlet se reconoce oscuramente a sí mismo en la persona del asesino real. La angustia se manifiesta produciendo una parálisis específica que impide simultáneamente a Hamlet castigarse quitándose la vida y castigarse en la persona sustitutiva de Claudio (=su tío, el asesino de su padre, que se ha casado con su madre)".
¿Habría que hablar de "complejo de Hamlet" en lugar de "Edipo" como propone Harold Bloom en su libro antes citado? Ateniéndonos a lo que estas voces tan cualificadas nos han dicho, no. El Edipo mítico (y el de Sófocles) sintetiza con una rotundidad incuestionable el esquema arquetípico. Otra cosa es que el melancólico príncipe de Dinamarca constituya su mejor encarnación literaria. Al César lo que es del César…
Carlos Campa Marcé
6-2-01
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