lunes, 16 de agosto de 2021

“La foudre qui fût tombée à mes pieds...”: breve historia de una expresión afortunada (El rayo que no cesa de Chateaubriand a Cela)

 

Al ínclito François René de Chateaubriand debemos la expresión de sorpresa (una comparación hiperbólica negativa) que habría de tener extraordinaria fortuna en el mundo de las letras posterior.


En su impagable novelita René (1802), hacia la parte final, cuando el melancólico protagonista recibe la carta de su hermana Amélie (su único consuelo y su secreta pasión) en que le declara su intención de entrar en un convento para consagrarse a la vida religiosa y, por tanto, separarse definitivamente de él, su reacción ante la inesperada noticia se describe así:


La foudre qui fût tombée à mes pieds ne m´eût pas causé plus d´effroi que cette lettre.”


En la traducción española que tengo (de Manuel M. Flamant, que lo tradujo a mediados del XIX) suena así:


Un rayo que hubiese caído a mis pies no me hubiera causado el espanto que esta carta.”


A Chateaubriand debió gustarle la expresión, pues la utiliza, de forma similar, en diversos momentos de sus tardías Mémoires d´Outre-tombe (1848):


Cuando va a tomar la primera comunión realiza una confesión incompleta. En el momento en que el cura le va a dar la absolución, leemos:


La foudre que le ciel eût lancée sur moi, m´aurait causé moins d´épouvante. Je m´écriai: “Je n´ai pas tout dit”.


Entonces el cura, amablemente, le escucha su temblorosa confesión y le absuelve.


Tras la muerte de su padre, recibe una carta de su hermano mayor en que le conmina a venir a París para presentarlo en la corte y que comience a hacer una vida pública:


Cette lettre me frappa comme un coup de foudre : retourner à Paris, être présenté à la cour, - et je me trouvais presque mal quand je rencontrais trois ou quatre personnes inconnues dans un salon ! Me faire comprendre l'ambition, à moi qui ne rêvais que de vivre oublié !”


Un día oye unos gritos en la calle que anuncian una horrible noticia: el duque de Enghien acaba de ser fusilado por orden de Napoleón:


Ce cri tomba sur moi comme la foudre; il changea ma vie, de même qu´il changea celle de Napoléon.”


Llega a decir en un momento más avanzado de la obra:


Cette foudre qui tombe sans cesse á mes pieds me suivait partout.”


Para la época en que publica sus Mémoires… la expresión ya se había instalado en la literatura.


Tan pronto como hacia 1810 la emplea Heinrich von Kleist en su relato “Michael Kohlhaas” :


Es decir, que la profecía de la gitana se había cumplido y, si bien muerto, el ciervo había aparecido en la plaza antes de que nosostros la hubiéramos abandonado. Un rayo que hubiera caído a mis pies no me hubiera hecho más impresión que este suceso.


La emplea tempranamente Mesonero Romanos en una de sus Escenas y tipos matritenses, la titulada “El amante corto de vista” (1832):

"Un rayo caído a sus pies no hubiera turbado más al pobre Mauricio."

“U 

Pero hay otra obra importante en la literatura francesa (posterior por supuesto a René) que también la emplea y que, suponemos, contribuiría a su popularidad. Me refiero ni más ni menos que a La Dame aux camélias, de Alejandro Dumas hijo (1848) que, en una situación similar a la de Chateaubriand, cuando Armando recibe hacia el final (capítulo 22) la carta de Margarita Gautier en que se despide de él, instándole a que vuelva con su padre, escribe:

La foudre fût tombée à mes pieds que je n'eusse pas été plus épouvanté que je le fus par cette lecture.”


A partir de entonces se populariza. Fernán Caballero, por ejemplo, en La Gaviota, de 1849, escribe en un momento dado:


"Un rayo que hubiese caído a los pies de tía María, no la habría aterrado como lo hicieron aquellas palabras."


P. A. Alarcón en el tomo segundo de El escándalo, 1875 :


Un rayo que hubiera caído a los pies de Matilde no le habría causado más horror que estas palabras mías.”


El crítico Baquero Goyanes, que hace la edición de Alarcón que manejo (la de Clásicos Castellanos), indica, en la misma página (II, 32), que se trata de un latiguillo romántico, aunque sin identificar su origen, y cita tres ocurrencias más: una de Bécquer en “El rayo de luna”; otra de Galdós en Misericordia, y una de Clarín de la que luego hablaremos.


Hasta Stendhal, en La Chartreuse de Parme, 1879, en el capítulo 6, cuando el príncipe de Parma se presenta en la reunión de la duquesa Sanseverina, causando el asombro de todos los presentes, escribe, al parecer en serio:


"il parut dans le premier salon de madame Sanseverina. La foudre serait tombée dans ce salon qu´elle n´eût pas produit une pareille surprise."


Pero para estas fechas ya había hecho su aparición en el campo literario la corriente realista y, como es de suponer, el tópico experimentará un proceso de desautomatización, que implica usos muy diferentes o la cita paródica:


José María Pereda, en Sotileza, en el capítulo XIX, cuando Cleto le cuenta a Andrés su enamoramiento de Sotileza, escribe:


Un estacazo en la espinilla no le hubiera producido a Andrés tan viva, tan honda y tan repentina impresión como las declaraciones de Cleto.”


Hemos bajado del mundo de nefelibata (tan propio de los románticos) y pisado la realidad con ese dolor en la espinilla.


Clarín, en Su único hijo, 1890, capítulo 8, hace parodia de la expresión:


A los cinco minutos Emma abrió los ojos desmesuradamente, y con una tranquilidad fría y perezosa, dijo, en una voz apagada que horrorizaba siempre a Bonis:

- Hueles a polvos de arroz.


En las novelas románticas de aquel tiempo usaban los autores muy a menudo, en las circunstancias críticas, esta frase expresiva: «¡Un rayo que hubiera caído a sus pies no le hubiera causado mayor espanto!».

Sin querer, Bonis se dijo a sí mismo muy para sus adentros el sustancioso símil «un rayo que hubiera caído a mis pies, etc.», y por una asociación de ideas, añadió por cuenta propia: «¡Mal rayo me parta! ¡Maldita sea mi suerte!».

-Hueles a polvos de arroz -repitió Emma.


Ya si nos metemos en el siglo XX seguiremos encontrando estos dos tipos de reutilización.

La paródica, como en Los cursos, diálogos humorísticos de Pierre Veber, 1920:

El profesor Chabregy, que ha besado a una alumna, le dice a la directora Madame Jozielle que fue ella quien se le declaró:

El profesor Chabregy: “Señora: si un rayo hubiera caído a mis pies, no me hubiese quedado más aterrorizado…

La señora Jozielle: ¡Bah! ¡Ya se hubiera aterrorizado usted algo más! ¡Pero continúe…!


O la forma explícitamente transformada, a partir de una estructura similar.

En La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, leemos:

"Un golpe de azada en la cabeza no me hubiera dejado en aquel momento más aplanado que las palabras de Lola."


Que en realidad nos recuerda ya más al uso desautomatizado de Pereda en Sotileza.

Pondremos aquí el punto final, pues seguro que si seguimos indagando llegaríamos al cruce de las líneas paralelas.

¡Quién le iba a decir al bueno de François-René que su ocurrencia iba a tener tamaña descendencia!

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