lunes, 10 de mayo de 2021

Esperanza, aspereza y espesura. Sobre la enmienda de un verso de MARTA LA PIADOSA, de Tirso de Molina.

 

Empiezo a leer Marta la piadosa, de Tirso de Molina, y casi no consigo pasar adelante, a causa de mi mirada de filólogo, que me hace detenerme en los detalles. La obra se abre, extraordinariamente, con dos sonetos, cada uno puesto en boca de las hermanas no muy bien avenidas, Marta y Lucía, en que se lamentan, la primera de sus males (por la muerte de su hermano a manos del galán Felipe); la segunda, supuestamente por la muerte del hermano, pero sobre todo por la ausencia forzada del galán, de quien está enamorada.


El primer soneto, el de Marta, reza así, en la edición de cervantesvirtual a cargo de Elena di Pinto;



El tardo buey atado a la coyunda

la noche espera y la cerviz levanta,

y el que tiene el cuchillo a la garganta

en alguna esperanza el vivir funda.


Espera la bonanza, aunque se hunda,

la nave a quien el mar bate y quebranta;

solo el infierno causa pena tanta

porque dél la esperanza no redunda.


Es común este bien a los mortales,

pues quien más ha alcanzado más espera

y a veces el que espera al fin alcanza.


Mas a mí la esperanza de mis males

de tal modo me aflige y desespera,

que no puedo esperar ni aun esperanza.



muy parecida es la que presenta la edición de Blanca de los Ríos, también recogida en cervantesvirtual (coloca un par de comas en el interior de los versos 10 y 11), y la de mi edición de clásicos Ebro (por Eduardo Juliá Martínez), que lee algo peor, pues, aparte de las consabidas comas, en el verso 13 dice: “de tal modo que aflige y desespera”. [No tengo más ediciones a manos, con lo que esto no pasará de una observación de curioso.]


Ahora bien, el verso que me detiene y me genera toda esta reflexión, es el verso 12: “Mas a mí la esperanza de mis males”. Demasiada esperanza. Es verdad que el autor está utilizando el verbo esperar y el sustantivo esperanza, a razón de dos veces por estrofa. Pero las cuatro ocurrencias del último terceto (una de ellas negativa, desespera) parecen excesivas. Y, sobre todo, ¿qué es eso de la esperanza de mis males? ¿Cómo se puede tener esperanza (una virtud teologal) de los males? ¿No será más bien “Mas a mí la aspereza de mis males”?


Hay varias razones para elegir esta lección. Primera, que tiene mucho más sentido: es la aspereza de sus males lo que le aflige y desespera. Sintagma, además, con mucho pedigrí literario, pues así se abre la Canción IV de Garcilaso (El aspereza de mis males quiero / que se muestre también en mis razones, / como ya en los efetos s’ha mostrado; ), que nuestro mercedario sin duda conocía. Es uso frecuente en  las comedias del siglo de Oro entreverar versos del divino Lasso.


La otra razón es más indirecta, pero de mucha autoridad. Cuando Karl Vossler (en sus Lecciones sobre Tirso de Molina, p. 37) comenta un pasaje de La República al revés, cita el siguiente fragmento:


Mi habitación seréis, áspero monte,

sepa vuestro horizonte

que hoy a habitar vuestra esperanza viene

Tarso, el pastor que dio la vida a Irene.

(Acto III, Escena II)


anota, a propósito del término esperanza, “Probablemente hay que leer aspereza.” Vossler no aclara qué edición maneja, pero entiendo que debe ser la de Hartzenbusch en la Biblioteca de Autores Españoles. Busco la comedia de Tirso en Internet, y me encuentro que en cervantesvirtual remiten a un texto del fondo antiguo de la Universidad de Sevilla, donde, en el pasaje citado se lee (modernizo el texto, pero no cambio términos y respeto puntuación):


Mi habitación seréis, áspero monte,

sepa vuestro horizonte,

que hoy a habitar vuestra espesura viene

Tarso el Pastor, que dio la vida a Irene.


Donde nos encontramos una mejor lectura que esperanza, e incluso que aspereza. No iba muy desencaminado el insigne romanista alemán en su anotación. Espero tampoco errar yo en mi propuesta de lectura del verso 12 del estupendo soneto que tan magníficamente abre Marta la piadosa.


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