viernes, 17 de mayo de 2019

Carme Riera - Diario de una profesora

En un número que hace años dedicó la Revista de Occidente al Diario íntimo (julio-agosto 1996), se recogen algunos ejemplos de escritores actuales. Entre ellos me han sorprendido gratamente los fragmentos que se recogen de Carme Riera, puesto que hacen referencia a su profesión de enseñante y, como he pasado por ello, no he podido dejar de identificarme. Reproduzco algunos de esos fragmentos:

2 de octubre de 1995

Un año más. Pereza cósmica. Primer día de clase. El parquin repleto. Estridencias de agosto, el mes hortera, en los atuendos estudiantiles. Saludos banales de los colegas. Otros, ni eso. Como perro por su casa, hace cosas de perro en los rincones...
Los alumnos son cada vez más jóvenes, impúdicamente jóvenes. Les usteo, me anticipo a su "oiga señorita" que me recuerda, inevitablemente, a las telefonistas, las operadoras que dicen en las películas americanas... Lo de doctor, doctora, como llamábamos nosotros a los profesores de la Universidad de Barcelona, ya no se estila. En mi época todavía el bedel entraba para anunciar "Doctor, es la hora." Mi hora, Reloj no marques... qué preciosa canción de dinosaurios... No es mío ese tiempo.
Saludos. Sonrío. Espero que se acomoden. Recorro el aula. Ninguna cara me llama especialmente la atención. Busco y rebusco al fondo, en el medio, en las primeras filas, a diestro y siniestro un signo de mínimo interés o siquiera de complicidad. El o ella, ellos, ellas, los pocos para quienes preparé las clases. De momento sólo veo rostros para el bostezo. Deberé comenzar por sacar la chistera i fer volar la coloma. Cada año que pasa, me requiere un mayor esfuerzo ese ejercicio de seducción escolar... Puro y duro marketing. Es necesario saber vender la mercancía. Ofrecer un sugestivo menú de sugerencias... Una lista de especialidades de la casa... Platos recomendados, inmejorables materias primas. Garcilaso, Santa Teresa, Lope, Quevedo, Cervantes, etc. ¿Quién da más? Si no gustan es problema de la cocinera, eso es, mío, exclusivamente.

4 de octubre de 1995

Protestan por el número de lecturas obligatorias. Demasiadas. No tienen tiempo. Leer cuesta y cansa. ¿Podría darnos una guía de lectura? Señalarnos aquellos aspectos más importantes... Sí, por supuesto, contesto algo descorazonada. Cursan el segundo ciclo de la carrera de filología española...
Les ofrezco traer a clase a algunos poetas que les interesen y les pido nombres. Se los arranco con sacacorchos. Alberti -dice una y otro apunta- Vicenç Andrés Estellés. Me cercioro de que no es una broma y añado: si viene me difunteo... Pero no parecen entender. Nadie parece recordar que ha muerto. ¿Consistirá en eso la inmortalidad?

9 de octubre de 1995

Son amables, atentos, buen gente, pero apenas parecen tener nociones rudimentarias. Comento para hacer boca la película de Skarmeta El cartero y Pablo Neruda y me quedo con la frase: "... la poesía es de quien la necesita." Justifico el plagio. En el principio, la mímesis. Aludo a los versos de Jaime Gil, aquellos de la cita de Auden. Auden no les suena. Pero tampoco Gil de Biedma y escasamente Neruda. O quizá sólo pretenden atormentarme negándose a demostrar que saben algo. Prefieren seguir amparándose en el anonimato, asustándome con sus encefalogramas casi planos.
¿Deberé limitarme al monólogo de una monótona clase magistral?


En breve subiré un post que es un testimonio de los años duros de la ESO y que, en su momento,  envié a Ana Valero, para que lo subiera en su Rincón de la Colifata: Un día en la vida de un profesor de secundaria. No me atreví a subirlo en estas páginas mientras estaba todavía en el ejercicio docente. Es muy duro, o eso me parece.






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