Desde hace tiempo me conmueve la sensibilidad que el novelista y articulista Antonio Muñoz Molina muestra hacia esta malhadada profesión nuestra, que vive malos tiempos. Debe conocerla desde cerca, pues sus observaciones sobre los desatinos de la LOGSE, la quiebra del sistema educativo, el malestar de las aulas, el descrédito de las humanidades, etc., siempre me han parecido muy precisas. Hoy, en el artículo que publica en Babelia, leo el siguiente pasaje y no puedo resistirme a copiarlo. Es un consuelo para el alma que, de vez en cuando, alguien mire hacia nuestra labor sin menosprecio y deje caer un elogio:
“Cada vez entiendo menos que a un literato o a un diseñador de moda o a un actor se les conceda un derecho a la arrogancia que sería inverosímil en un buen ingeniero o un buen médico, en un mecánico concienzudo, en un profesor que mejora para siempre la vida de un alumno al ayudarle a descubrir sus mejores capacidades.”
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1 comentario:
Hola Carlos!
Hacía tiempo que no me pasaba por aquí, y me sorprende esta entrada, pues es algo en lo que estaba pensando detenidamente esta semana. Supongo que es el poder de la imagen, el poder de lo que entra fácilmente por nuestros ojos y nuestros oídos sin necesidad de pasar activamente por el cerebro, lo que convierte a la cultura liviana pop (por llamarla de alguna manera) en algo que atrae masas. Creo que para la gente de mi generación es inevitable caer en este error de vez en cuando y venerar a cantantes y demás, pero los verdaderos ídolos son precisamente los que pasan más inadvertidos, y muchos de ellos son anónimos y tienen vidas corrientes.
Un fuerte abrazo!
Angeles
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