Como es sabido, el caso extremo de esta pasión "documentalista" de Flaubert corresponde al último de sus libros, Bouvard y Pécuchet. Tal y como han podido determinar los estudiosos de Flaubert, la investigación y estudio de documentos para la redacción de este libro llevó al autor a leer, o al menos a consultar, la cifra realmente portentosa de 1.500 volúmenes. Tan prolija documentación permitió a Flaubert hablar con un rigor y una precisión admirables de cosas tan variadas -en ninguna de las cuales era especialista- como las técnicas de cultivo, el arte de las conservas, la gimnasia con aparatos, la frenología, la arqueología celta, la mnemotécnica al servicio de los estudios históricos, el coleccionismo de antigüedades, la destilación de licores y muchas otras cosas más del mismo estilo.
Jordi Llovet, "Flaubert" en Lecciones de literatura universal, Cátedra, 1995.
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