Leyendo hoy el Emilio de Rousseau me encuentro con una palabra que ya conocía, deicida (se refiere al “pueblo deicida”), pero que me parece apropiada para ejemplificar el tipo de reflexión sobre el léxico que deseo para nuestro diario.
Según el diccionario de la RAE, el vocablo procede etimológicamente de los términos latinos Deus (Dios) y caedere (matar). Así se entiende por deicida el matador de un Dios, y muy especialmente el matador de Jesucristo: el pueblo deicida sería el pueblo judío.
Lo curioso es que este compuesto culto de dos raíces latinas se relaciona con otra amplia serie de palabras castellanas que terminan igual: suicidio, homicidio, parricidio, infanticidio, genocidio, magnicidio, uxoricidio...
Aclaremos el significado de algunas de ellas: homicidio sería la acción de matar a una persona (de hombre tomado en su sentido genérico, que incluye el masculino y el femenino de la especie humana); parricidio sería no sólo, como su nombre parece indicar, la acción de matar alguien a su padre, sino también a su madre, su cónyuge o un hijo suyo; genocidio, el exterminio sistemático de un pueblo por motivos raciales, religiosos o políticos; magnicidio, la acción de matar a una persona muy importante por su cargo o poder, por ejemplo, un jefe de estado; uxoricidio, término muy culto, significa el asesinato de la propia esposa.
Algunos ejemplos de uso podrían ser los siguientes: “Hitler y su régimen nazi son responsables ante la historia del crimen de genocidio contra los judíos.”; “La muerte de Julio César, Abraham Lincoln o John F. Kennedy constituyen claros ejemplos de magnicidios.”
Mario Vargas Llosa tituló Historia de un deicidio un ensayo en el que estudiaba la creación narrativa de Gabriel García Márquez. Siempre he pensado que tal denominación le ajustaría muy bien a la producción poética de Garcilaso: en ella el católico poeta de nuestro Renacimiento no hace una sola referencia a la divinidad cristiana y sí múltiples a los dioses paganos. Y esto sólo unas pocas décadas antes de que escribieran Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz. Un buen ejemplo del doble sentido (paganizante y cristiano) del Renacimiento español.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario