Míster Winkle se hartaba mientras tanto de soltar tiros locos, llenando el aire de humo y de peligrosas perdigonadas, salvándose cada vez los perros por milagro y respetando siempre la integridad física de las perdices. Sus métodos de caza eran muy variados y de una gran originalidad, aunque, al menos en aquella ocasión, desmentían el viejo axioma de que "cada bala tiene su destino", pues las de nuestro amigo andaban completamente perdidas y errabundas.
(Charles Dickens: Los papeles póstumos del club Pickwick)
No vuelvas a dejar abandonado el blog durante una semana, lo necesito.
ResponderEliminarSí, siempre cada bala tiene su destino.Las mías siempre, siempre.
Carmen