miércoles, 15 de febrero de 2023

Una nota a El nacimiento del Purgatorio de Jacques Le Goff o la historia considerada como una rama de la literatura fantástica

 

En su magistral estudio sobre El nacimiento del Purgatorio (1981), el insigne medievalista francés Jacques Le Goff, cita multitud de textos escriturarios y apócrifos, de los Padres de la Iglesia (Ambrosio, Agustín, Gregorio Magno), y de autores altomedievales a propósito de lo que llama el prepurgatorio (pues el Purgatorio, tal como lo conocemos, data del siglo XII, lo que pretende demostrar).

 

Un poco (o mucho) tocado por la concepción de Borges de la teología como rama de la literatura fantástica, mi lectura se mueve entre el interés histórico de la búsqueda de la verdad y el placer estético ante la extrañeza cuasi exótica de los textos.

 

Me fascina, por ejemplo, al hablar del fuego purgatorio ante los pecados menudos o leves (todavía no se ha instalado el concepto de “pecado venial”, que también pertenece al siglo XII), la tendencia a la repetición en las enumeraciones:

 

“Julián explica que este fuego purga los pecados pequeños y mínimos tales como la constante charlatanería, la risa inmoderada o el exceso de apego a los bienes particulares.” (p. 117)

 

O un poco después:

 

“ello es válido a propósito de pecados pequeños y mínimos como la charlatanería continua, la risa inmoderada, el cuidado exagerado del patrimonio, etc.” (p. 127)

 

Entendíamos que el excesivo apego a los bienes materiales (que roza con la avaricia) podía ser un pecado, pero lo de la risa inmoderada y la charlatanería supone un serio aviso para nuestra tolerante permisividad actual.

 

Ahora bien, un posterior pasaje de un anónimo irlandés del siglo VIII, nos da más qué pensar, pues que alarga la enumeración y entre los pecados menudos incluye:

 

“el uso inútil del matrimonio legítimo, el exceso en la comida, el placer exagerado por las futilidades, la cólera llevada hasta excesos de lenguaje, el interés exagerado en los asuntos personales, la asistencia descuidada a las oraciones, el levantarse tarde, las explosiones de risa, el abandono excesivo al sueño, la retención de la verdad, las habladurías, la obstinación en el error, sostener lo falso por verdadero en las cosas que no conciernen a la fe, olvidarse de los deberes pendientes, o tener los vestidos en desorden.” (p. 119)

 

Así que, levantémonos temprano y pongamos un poco más de orden en el vestir. La lujuria, ya sabemos, casi no es pecado y, además, concita la indulgencia de muchos.

 

 

 

 

viernes, 3 de febrero de 2023

Semblanza de José María de Cossío, por Guillermo Díaz-Plaja

 

 

La primera vez que fui a la Casona de Tudanca constituyó toda una odisea. Había quedado con Anne Sophie (a quien conocí en un curso de literatura en la U.I.M.P en Santander), por la zona del Sardinero, calculando el tiempo que nos llevaría llegar hasta Tudanca, pero mi compañera de viaje llegó media hora tarde, y además, a la salida de la ciudad nos encontramos con retenciones, debido a un tráfico muy intenso (era un domingo de agosto). Al llegar a la Casona, la encontramos cerrada, pues acababa de comenzar la última visita. Arrimé la oreja al portalón y pude sentir la voz del guía. Con la dificultad del viaje que ya habíamos franqueado (más de una hora de carretera, retenciones a la salida, montañas y vericuetos –es la zona de Peñas arriba-) no íbamos a perder la oportunidad de conocer tan legendario lugar. Aporreé la puerta como si quisiera derribarla hasta que, finalmente, el guía nos abrió. Condescendió a dejarnos pasar y la visita resultó deslumbrante: qué edificio tan imponente, qué biblioteca tremenda, qué vivencias tan exquisitas había albergado. Pereda (que en ella sitúa la novela  anteriormente citada), Unamuno, Lorca, Alberti… se cuentan entre los visitantes de la casa que perteneció a José María de Cossío. Y yo me preguntaba: si a mí, que viajo en coche, a finales del siglo XX, me ha costado lo suyo llegar hasta aquí, cómo vendrían esos españolitos de la tercera década del siglo y cómo llegarían hasta aquí los miles de libros que conforman la biblioteca.

Otras dos veces he vuelto a la Casona, que me resulta, de los lugares que conozco, uno de los más fascinantes y entrañables al mismo tiempo. En un enclave de una belleza por encima de toda ponderación.

 

Pues bien, leyendo recientemente un libro de memorias de Guillermo Díaz-Plaja (¡cómo nos interesan en la edad provecta los libros de memorias, donde se hace balance de lo que ha sido la vida!), me encuentro con la siguiente -excelente- semblanza del señor de la Casona, y, al ver que no figura en el ciberespacio, no me resisto a teclearla.

 

 

JOSÉ Mª DE COSSÍO

 

José Mª de Cossío podría ser definido como la voluptuosidad del saber.

 

Para su hambre espiritual todo cuanto tenía un sesgo de belleza, o era el producto de la inteligencia del hombre, tenía un atractivo análogo. Y así alternativamente gozaba de un mundo convertido en espectáculo o en juego. El teatro, la poesía, la erudición le tentaban en la misma medida que el ajedrez, los toros o el deporte. O las delicias de la buena mesa, entendiendo el yantar como un complemento de la buena compañía.

 

jueves, 12 de enero de 2023

Etty Hillesum o la vida interior ( 2 )

 

- la escritura como posesión:

 

También me parece que comprendo esta necesidad de escribir. Es otra manera de poseer, de atraer las cosas hacia mí por medio de palabras y de imágenes, y de apropiármelas de esa forma. De esto es de lo que estaba constituida hasta ahora mi necesidad de escribir: esconderme lejos de todos con todos los tesoros que había acumulado, anotarlo todo, retenerlo para mí y gozarlo. Y esta rabia de posesión -no encuentro una formulación mejor- acaba de abandonarme. Los mil lazos que me oprimían se han roto. Respiro libremente, me siento fuerte y proyecto una mirada radiante sobre todas las cosas. Y ahora que no quiero poseer nada, ahora que soy libre, todo me pertenece de aquí en adelante, y es inmensa mi riqueza interior.” (92) (16-3-1941)

 

- casas deshabitadas:

 

Y te agradezco que me hayas dado el don de leer en el corazón de los demás. A veces, las personas son para mí como casas con las puertas abiertas. Entro, vago a través de los pasillos, de las habitaciones. La disposición es un poco diferente en cada casa. Sin embargo, todas son semejantes, y debería ser posible hacer de cada una de ellas un santuario para ti, Dios mío. Y te lo prometo, te lo prometo, Dios mío, te buscaré un alojamiento y un techo en el mayor número de casas posible. Es una imagen divertida: me pongo en camino para buscarte un techo. Hay tantas casas deshabitadas, y te introduzco en ellas como al Huésped más importante que puedan recibir.” (117) (17-9-1942)

 

 

jueves, 5 de enero de 2023

Otro sensacional concierto de NOSTRUM MARE CAMERATA. 4 de enero de 2023 en el Ateneo de Valencia

 


Hace año y medio, cuando se presentaron en el teatro Olympia de Valencia, ya me impactó la seriedad y entrega con que trabaja este grupo de cámara, dirigido por Jacobo Christensen, y el hermosísimo concierto que nos ofrecieron.

 

Los vuelvo a ver ahora, en el Ateneo valenciano, con el programa AGITATO, dedicado a la música del Barroco, y la sensación es de nuevo maravillosa. Seriedad, entrega y un sonido excelente.

 

Aunque quizá lo que más me gustó de esta nueva entrega fue el programa. Se empieza con “Pur ti miro”, de L´incoronazione di Poppea, de Monteverdi, donde escuchamos la magnífica interpretación de una viola y una violoncello, que se levantan de sus puestos para cantar. Luego el Concerto grosso La Folia, de Geminiani y Corelli para mostrar el sonido compacto y contundente del grupo.

 

La cosa se pone seria cuando se lanzan a interpretar el Doble concierto para violín en Re menor BMW 1043, de Bach. Esto, que lo aprendimos a escuchar de manos de Yehudi Menuhin y David Oistrakh, no desmerece  lo más mínimo en la versión de Jacobo e Inés Romaguera, llena de aplomo y compenetración.

 

Luego voces de nuevo, muy bien interpretadas, en el maravilloso y patético dueto de Händel en Giulio Cesare: “Son nata a lacrimar”.

 

El fantástico Concierto para violonchelo, RV 401, de Vivaldi da paso al Invierno de  Las cuatro estaciones del mismo autor, donde Jacobo Christensen ejerce de solista con la solvencia que lo caracteriza, y, por momentos, absolutamente poseído por la música (¿Qué pensaría Platón del asunto? ¿Y qué pensaría Nietzsche?)

 

Aquí termina el concierto programado –diríase pensado para mí, pues he de confesar que las tres últimas piezas, y el doble concierto de Bach, se encuentran entre mis favoritas-, pero la sorpresa no termina aquí. Ante el entusiasmo del público y su entrega a los músicos, nos ofrecen como bis otro Invierno, el Invierno porteño, de Astor Piazolla. De repente los jóvenes intérpretes pasan del Barroco a la Música contemporánea y el sonido no decae, sigue siendo tan cuajado y profundo como hasta el momento. Pero la sorpresa continúa. Para rizar el rizo, Piazolla (y sus intérpretes) cierran la pieza contemporánea con una adopción del Canon de Pachelbel, y una vuelta, por tanto, al Barroco en que estábamos inmersos.

 

¿Se puede pedir más a un concierto?

martes, 3 de enero de 2023

Etty Hillesum o la vida interior

 

A través del libro de Paul Lebeau, Etty Hillesum. Un itinerario espiritual (Amsterdam 1941-Auschwitz 1943), entro en contacto con un espíritu extraordinario y singular. Esta judía holandesa, que murió en Auschwitz antes de cumplir los 30 años, dejó un diario de sus últimos años de vida, durante la ocupación nazi, que es un prodigio de autoanálisis y profunda vida interior. Profundamente religiosa, sin confesionalidad alguna (no profesaba el judaísmo, ni tampoco el cristianismo, del que estuvo muy cerca), es asombrosa la forma en que, desde su fe, llega a vivir los terribles tiempos que le tocaron, sin miedo ni desesperanza, en una aceptación absoluta del ser y de la trascendencia.

 

La mujer que le dijo a un amigo, preocupado por los peligros que corría, “Cuando se tiene vida interior, poco importa, sin duda, el lado de las rejas de un campo en que uno se encuentre”, nos da mucho qué pensar.

 

En el ciberespacio se encuentran algunos aforismos de la autora, pero entiendo que el mundo de Etty se manifiesta más bien en el discurso que en la brevedad del aforismo. Por ello reproduzco algunos fragmentos donde se manifiesta esta vida interior de que hablaba. Los tomo del libro de Lebeau, citando entre paréntesis la página de que proceden y la fecha de su diario en que los escribió. Los titulillos con que los encabezo son míos.

 

 

lunes, 19 de diciembre de 2022

UN poeta homenajea a otro: el Panero de Marcos Ávila

Mi querido amigo  Marcos Ávila, tras años y años de escribir poesía, desechar esbozos o poemas no logrados, conservar en cajones sus exquisitos textos, decide publicar su primer libro de poemas, Casa de locos, en ediciones Contrabando. Otro día hablaré del poemario con más detenimiento, pero hoy lo que quería celebrar es el hecho de que el poema que abre el libro, "L.M.P", el poema dedicado a Leopoldo María Panero y su locura, en la celda de Mondragón, resulta ser mi poema preferido entre los que conozco de Marcos. Me produce una gran alegría y lo tecleo para que otros lo puedan disfrutar.


L. M. P

Alguien escribe entre paredes vacías, con todo el cuerpo escribe,

apoyado contra las ruinas del sol, como si quisiera apuntalar

con su cuerpo este día, alguien escribe

bajo los dientes de sierra de las imágenes, en la habitación

 que respira con la parsimonia de un cadáver,

debe de haber alguien entre el cuerpo que se inclina  y el papel,

alguien debe confundir su vida con quien la escribe,

y piensa en todos los que han ocupado alguna vez la habitación y no han sabido

que existían a medias o han cerrado los ojos con fuerza al sospecharlo,

y ese hombre avejentado mira cómo un recuadro de sol se graba

en la pared de una de las habitaciones de Mondragón,

en una de las nubes de piedra donde viven los que han perdido el don del olvido,

los que no han aprendido a acompasar sus gestos con la ciudad,

allí viven y respiran fuego los hombres leopardo de marfil tallado,

los hombres pantera de níquel, los hombres de enfurecido perfil,

todos los hermanos de la lluvia y del fuego, durmiendo como los peces,

/ escuchando la voz ahogada de los montes,

allí la realidad es una lagartija que gira con el rabo pisado

y todos le ponen brea al barco encallado de la noche para que los  libere,

el llanto se les ha encharcado en los ojos y ven solamente la sombra del alacrán

y si pudieran no nacerían y si les diesen poder limarían las imágenes

que eslabonan los ojos de los hombres a la misma cadena,

y ahora uno de ellos escribe, Leopoldo María Panero inclina

su cuerpo contra el papel, y todo por atarse al vuelo del búho bajo la luna,

por corresponder en silencio a la mirada del druida,

por un conjuro de palabras que le llevaron de la mano al bosque,

y moja su dedo y escribe, vuelca su alma en los tinteros y escribe,

dibuja alas en forma de uve y marca con un aspa el vacío,

persigue a través de los bosques la metamorfosis del druida,

pero sólo escucha la intemperie de la realidad, y por delicadeza escribe,

por todo lo que se nos cae de los bolsillos entre una borrasca de arena,

colecciona recortes de periódico, fotografías de un hombre enajenado

que mira al objetivo de la cámara como si fuese un mapa vacío,

como si por ese espejo opaco se pudiese pasar al otro lado de la realidad,

como si hubiese un pedazo de cuerda para él y una entrada al gran pasadizo,

pero el poeta que aparece en la prensa no es quien escribe,

la cara que amarillea con el paso de las semanas sólo representa

al fetiche dormido de todas las ferias,

ese hombre del pelo revuelto es un señuelo

para engañar al ojo del búho, al druida de plumaje cobrizo,

y cada vez se hace más imposible escribir, seguir la vieja cuerda de las palabras,

habría que derribar los muros de Mondragón gritando que el poeta no tiene nombre,

que Leopoldo María Panero no es sino la sombra del druida,

unas alas rotas, una noche que se bate contra los árboles,

habría que cruzar la roca del nombre de puntillas, descalzos

por el delgado color de las edades, habría que escribir sin palabras,

encontrar las llaves del bosque.

 

miércoles, 14 de diciembre de 2022

Sobre la traducción: Unos fragmentos de The ambassadors, Henry James.

 


La historia de mi relación con esta novela de Henry James –que de momento no concluye- es larga. Leyendo muchos años atrás Aspects of the novel, E. M. Forster llamaba la atención sobre la simetría de la composición de James, lo que le otorgaba una gran carga estética. Eso, en mi caso, constituyó un acicate para su lectura. En un viaje a Londres encontré el libro en una edición barata y me lo traje a casa, con la esperanza de que mi inglés llegara a fluir de tal manera que pudiera leer la obra en el original. Pero esto no llegó a suceder. Recientemente encuentro el libro en una biblioteca pública y lo saco. Al empezar a leerlo, aunque me parece interesante y magníficamente escrito, me doy cuenta de que ya le cuesta a mi castellano seguir el ritmo de introspección psicológica del autor, de sus presuposiciones  y sobreentendidos implícitos, con lo cual aquel antiguo proyecto de lectura en inglés se me antoja absolutamente irrealizable. Pero es el caso que la novela tiene más de 400 páginas, y para mi seminario de lecturas vamos a leer ahora una que ronda las 700. No creo que en un mes, con el turrón, el cava y los regalos de por medio pueda leer más de mil páginas. El propio Forster y sus dudas de si vale la pena emprender lo exigente y dura que resulta la lectura de la novela para llegar al premio de la redondez estética me disuade de seguir adelante por el momento. Ya volveré a ella cuando disponga de mucho tiempo sereno por delante.

Lo que sí me ha permitido este breve encuentro con la obra es la siguiente reflexión sobre aspectos de la traducción.