Me
gustaba, cuando daba clases a alumnos adolescentes (en plena
efervescencia vital y hormonal), buscar en los textos, cuando era
posible, y no se traicionaba el sentido, sus connotaciones eróticas,
sean puramente amorosas o directamente sexuales. Así, por ejemplo,
en el poema de Bécquer (“Volverán las oscuras golondrinas”) que
comento en otro post.
Al
estudiar la poesía medieval me solía detener bastante con Manrique,
pero también comentaba romances o poemas líricos, como éste, de
las morillas. Lo que me apasiona de la literatura en general, pero
también de la medieval, es su capacidad de sugestión, de dejarte
entrever más, mucho más de lo que literalmente observas. Eso ocurre
con este zéjel, donde todo se sugiere, casi nada se dice.
El
comentario que realizaba en clase era breve, de tipo semántico
principalmente, intentando explicitar las connotaciones implícitas
en el poema. Lo transcribo aquí en la versión que presentan Dámaso
Alonso y José Manuel Blecua en la Antología de la poesía
española (Lírica de tipo tradicional), Gredos.
Tres
morillas me enamoran
en
Jaén,
Axa
y Fátima y Marién.
Tres
morillas tan garridas
iban
a coger olivas,
y
hallábanlas cogidas
en
Jaén,
Axa
y Fátima y Marién.
Y
hallábanlas cogidas,
y
tornaban desmaídas
y
las colores perdidas
en
Jaén,
Axa
y Fátima y Marién.
Tres
moricas tan lozanas,
tres
moricas tan lozanas,
iban
a coger manzanas
a
Jaén,
Axa
y Fátima y Marién.
Un
par de precisiones léxicas antes de comenzar: garridas, es
sinónimo de lozanas, es decir, bien parecidas, hermosas.
Desmaídas vale tanto como sin fuerza, desfallecidas,
desmayadas.
¿Qué
pasa, pues, en el poema? La voz que habla nos presenta en el
estribillo sus nombres, su patria chica y su atracción hacia ellas:
me enamoran. El atractivo de las tres morillas vuelve a
aparecer en la primera y tercera mudanza del zéjel, en esta última
repetida: tres morillas tan garridas y tres moricas tan
lozanas (2 veces).
En
la primera mudanza se nos dice que las morillas iban a coger olivas.
Y puesto que están en Jaén, nada más normal que esa recolección.
Ahora
bien, todo ocurre en la segunda mudanza.
Y
hallábanlas cogidas,
y
tornaban desmaídas
y
las colores perdidas
Si
se encontraban con que las olivas estaban cogidas, eso puede dar a
entender que alguien las cogía por ellas (¿tres
moros? ¿tres cristianos? Chi
lo sa?). El caso es que el tiempo que
ellas debían invertir en recoger las olivas (¿dos, tres horas?) lo
podían
emplear en otros menesteres. ¿Cuáles? Si volvían
desmaídas
/ y
las colores perdidas,
no hace falta tener
demasiada
imaginación para pensar que se entregaban a
juegos
amorosos, en los que se cansaban y perdían los
colores.
¿Les
gustaban estos juegos a las morillas? Todo parece indicar que sí,
pues en la tercera mudanza aparece toda una estructura de repetición
(paralelismo con la primera mudanza, reiteración del primer verso,
etc.) que nos da a entender que con las manzanas
(símbolo de tentación donde los halla) pasaría lo mismo que con
las olivas.
De
ahí el adjetivo que les dedico a tan célebres (y
celebradas) morillas
en el título del post.
–
Si
me preguntan cuál es mi poema preferido dentro de la lírica
medieval, tendría que citar el siguiente (también lo leí en una
antología de don Dámaso):
Alma
mía, entra quedo,
que
me estoy muriendo de miedo.
Y
también por razón de sus profundas connotaciones eróticas. Una
mujer (como en las jarchas y las canciones de amigo) se dirige al
amado y le solicita silencio y suavidad (que ambos sentidos puede
tener quedo)
en la acción que acomete.
Ahora
bien, ¿de qué acción se trata? ¿Está el amante entrando en su
habitación, y tiene miedo la mujer de que le oigan sus padres -o tal
vez su marido? ¿O está entrando en su cuerpo -desfloración- y la
doncella le pide calma, suavidad, que vaya con tiento, pues se está
muriendo de miedo: es la primera vez que se entrega a un hombre?
Tal
vez haya más significados posibles que el poema sugiera, pero con
estos dos me bastan para ver que se trata de una maravillosa mina de
connotación semántica.