sábado, 14 de noviembre de 2015

Un artículo de EL PAÍS sobre Boccaccio

700 ANIVERSARIO DEL AUTOR DE 'EL DECAMERÓN'

Fortuna de Giovanni Boccaccio

Alberto Manguel 4 JUL 2013 

El escritor italiano Giovanni Boccaccio (1313-1375).

La Fortuna, como los contemporáneos de Boccaccio bien sabían, hace que, para la posteridad, nuestra persona sea pocas veces la que nosotros imaginamos. Boccaccio se definió a sí mismo ante todo como poeta, como estudioso de las lenguas, como pensador, y sólo en última instancia como narrador: la ficción le importaba menos que la filosofía y la historia, o le importaba sobre todo como vehículo para la filosofía y la historia.
Fue un precursor iluminado de la gran literatura renacentista, y pudo escribir tanto en el latín de su amado Cicerón como en la nueva lengua toscana que compartió con Dante y Petrarca. Este último fue su maestro y lo incitó a conocer los clásicos paganos, pero Dante fue su ídolo. Como crítico literario, Boccaccio fue uno de los primeros y más astutos lectores de Dante, y el autor de su primera importante biografía, estableciendo el método de lectura de la Comedia (a la cual dio el epíteto de “divina”) empleado aún hoy por los especialistas dantescos, que consiste en analizar el poema canto por canto y verso por verso (antes de su muerte en 1375 sólo llegó a comentar los diecisiete primeros cantos del Infierno). Como lingüista, Boccaccio se convirtió en uno de los más ardientes defensores de la lengua y la literatura griegas en Italia, ufanándose de haber rescatado a Homero para sus contemporáneos. Como narrador, compuso una de las primeras novelas psicológicas, la epistolar Elegía de Madonna Fiametta y también, sobre todo, una de las más entretenidas colecciones de cuentos de todos los tiempos, El Decamerón.
Los herederos de Boccaccio son numerosos y a veces inesperados. En Inglaterra, Chaucer compuso sus Cuentos de Canterbury inspirado en su lectura de El Decamerón, y Shakespeare conoció su Filostrato antes de escribir Troilo y Crésida. Sus Poemas pastorales ayudaron a popularizar en Italia el género que luego retomaron Garcilaso y Góngora en España y su humor, inteligencia y desenfado pueden sentirse en autores tan diversos como Rabelais y Bertold Brecht, Mark Twain y Karel Capek, Gómez de la Serna e Italo Calvino.

martes, 20 de octubre de 2015

Los cuentos inolvidables, según Cortázar



Julio Cortázar, de quien vimos en clase el magnífico relato Continuidad de los parques, teorizó sobre el cuento en un texto de 1962, “Algunos aspectos del cuento”. Entresaco de ese estupendo ensayo unas líneas en que propone una selección personal de cuentos. Allí se encuentra nuestra próxima lectura, Bola de sebo, de Maupassant.


Muchas veces me he preguntado cuál es la virtud de ciertos cuentos inolvidables. En el momento los leímos junto con muchos otros, que incluso podían ser de los mismos autores. Y he aquí que los años han pasado, y hemos vivido y olvidado tanto. Pero esos pequeños, insignificantes cuentos, esos granos de arena en el inmenso mar de la literatura, siguen ahí, latiendo en nosotros. ¿No es verdad que cada uno tiene su colección de cuentos? Yo tengo la mía, y podría dar algunos nombres. Tengo William Wilson, de Edgar A. Poe; tengo Bola de sebo, de Guy de Maupassant. Los pequeños planetas giran y giran: ahí está Un recuerdo de Navidad, de Truman Capote; Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, de Jorge Luis Borges; Un sueño realizado, de Juan Carlos Onetti; La muerte de Iván Ilich, de Tolstoi; Cincuenta de los grandes, de Hemingway; Los soñadores, de Izak Dinesen, y así podría seguir y seguir...                

domingo, 18 de octubre de 2015

Cuentecillo del Renacimiento sobre locos en Valencia

En el "Diálogo de la melancolía" (Pedro Mercado, hacia 1558) me encuentro con el siguiente cuentecillo a propósito del Hospital de los inocentes, que fundó en Valencia el mercedario padre Jofré en 1410 para proteger a los locos (Me recuerda mucho a un chiste de Eugenio sobre tres jóvenes que se fuman un canuto):

A ese mismo propósito me acaeció en Valencia la más alta gracia del mundo, viendo la casa de los orates, que es muy de ver. A la entrada hallé un hombre de buen parecer y creyendo ser el alcalde de la casa, después de saludádole, díjele: “Señor alcaide, recibiré merced me diga en qué parte veré los locos de esta casa”. Respondióme: “No sé lo que dices, mas hágote saber que soy San Pedro, que me envió Dios a predicar al mundo”. Como lo reconocí por loco reíme mucho; y más adelante hallé un clérigo medianamente aderezado y para que holgase de la respuesta del loco, díjele: “Hame pasado con un loco un donaire el mayor del mundo, que me dijo que era San Pedro, que lo enviaba Dios a predicar al mundo”. Respondióme el clérigo: “En verdad te digo que nunca tal envié”. Maravilléme de verlos sueltos y sin prisión ninguna.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Una picante noticia del Madrid barroco

Los Avisos de Jerónimo de Barrionuevo, uno de los grandes cronistas del Madrid barroco, constituyen lo que podríamos considerar el periodismo de la época. Traigo aquí una noticia del 14 de noviembre de 1657 que podría haber figurado perfectamente en una novela picaresca:

Prendieron á un hombre porque le hallaron dando á una mujer de bofetadas, y á él y á ella los llevaron á la cárcel. Visitóse el lunes, y sacándolos á los dos, habiendo escrito contra él mil disparates, como lo hacen siempre esta gente farisea, pidió el hombre licencia de hablar, y dijo: «Señores, yo soy casado y con seis hijos. Salí antes de ayer desesperado de casa, por no tener con qué poderlos sustentar, y pasando por la calle de esta mujer, me llamó desde una ventana, y diciéndome allá dentro le había parecido bien, me ofreció un doblón de á cuatro si condescendía con ella y la despicaba, siendo esto por decirla yo que era pobre. Era un escudo de oro el precio de cada ofensa de Dios. Gané tres, desmayando al cuarto de flaqueza y hambre. Quísome quitar el doblón y no pudo, y á las voces llegó este alguacil que está presente, y tuvo mejores manos que ella para hacerlo. Suplico á V. S. diga ahora ella si esto es verdad ó mentira.» La cual allí en público dijo ser todo así, y visto por la Sala, in continenti le hicieron volver el doblón de á cuatro, en su presencia, al alguacil, y le echaron libre sin costas la puerta afuera, y á ella la mandaron tornar á su encierro para quitarla el rijo con algunos días de pan y agua. Fué esto así como lo cuento, lunes 5 de este mes.

martes, 4 de agosto de 2015

Un poema de Gómez Manrique en las oposiciones a profesores de secundaria de Castellano en la Comunidad Valenciana. Notas para su comprensión


Cuando en mis años mozos oposité al cuerpo de agregados de Lengua y Literatura Españolas de Enseñanza Media (en 1981) recuerdo que la prueba de comentario de textos consistía en tres partes: un comentario filológico, un comentario literario-estilístico y un comentario sintáctico y semántico. En las recientes oposiciones al cuerpo de profesores de secundaria esa prueba de comentario tenía solo dos partes: un comentario filológico y literario de un texto anterior al siglo XVIII y un comentario lingüístico de un texto contemporáneo. El hecho de que el comentario filológico y el literario vayan unidos tiene una serie de implicaciones negativas: como se ha de seleccionar un texto anterior al siglo XVIII nos dejamos fuera una gran porción de historia literaria que podría dar lugar a jugosísimos comentarios literarios (Bécquer, Machado, García Lorca, por poner tres ejemplos especialmente significativos entre mil que podría citar); pero además, para que el comentario filológico resalte se tiende a acudir a lo medieval, con lo que de nuevo se resiente el comentario literario (que en nuestra poesía del siglo de oro tendría un magnífico espacio de lucimiento). Así ocurrió en la reciente oposición, en que se eligió un poema de Gómez Manrique, que transcribo a continuación:

La inmensa turbaçión
deste reino castellano  
faze pesada mi mano
y torpe mi discriçión:   
que las horas y candelas
que se gastaban leyendo
agora gasto poniendo
rondas, escuchas y velas.
     El tiempo bien despendido
en las liberales artes
en cavas y baluartes
es agora convertido:
Por tanto, si falleciere
la muy gentil elocuençia,
culparéis la diferençia
del tiempo que lo requiere.
    Del cual un poco furtando,
aunque no sin grande afán,
a vos, señor de Almaçán,
pregunto, mal consonando:
¿cuál os es menos molesta,
vuestra secreta prisión
o la vulgar detençión
que vos es por el rey puesta?
    Maguer son en calidad
algún tanto discordantes,
ambas a dos son privantes
de la franca libertad,
lo cual visto, cuidaría,
a mi paresçer grosero,
en el solo carcelero
consistir la mejoría.
            FIN
   Respondedme todavía,
generoso caballero,
que vos faga plazentero
la dárdana poliçía.

Muchos problemas planteaba un texto semejante, que no me parece especialmente bien elegido.

domingo, 14 de junio de 2015

LOS PERSAS, de Esquilo, bajo la lluvia en Sagunto



Cuando Viqui Prado me anunció que se iba a representar Los persas, de Esquilo, como clausura del XIX Festival de Teatro Grecolatino de Sagunto, me dije que era una cita a la que no podía faltar. De una lejana lectura de la obra recordaba que me había gustado enormemente, y esas cuestiones ya tópicas, que repito en clase de Literatura Universal, pero no por ello menos conmovedoras, como el hecho de que, curiosamente, en este primer drama que nos ha llegado de los griegos, se da la voz al enemigo. La obra se centra no en los griegos, ni en sus problemas o –en este caso- victorias, sino en la desdicha del pueblo persa derrotado en Salamina. Resulta asombroso en esta sociedad en que vivimos, donde entendemos que al enemigo ni agua, que Esquilo, un guerrero de Maratón él mismo, y tal vez de Salamina, tenga ese gesto que hoy calificaríamos de liberal.
            La tarde amenazaba lluvia, y los que nos acercábamos al teatro ayer sábado 13 de junio, hacíamos cábalas y cruzábamos los dedos (ya no sabemos rezar) para que el tiempo aguantara y no desluciera la representación. Pero a los pocos minutos de comenzar el montaje del Grupo Helios de Madrid, con la presencia impactante del coro de persas en escena, comenzaron a caer gotas del cielo, que fueron a más durante la obra y arreciaron en la parte final, sin llegar a la tromba de agua que en esos momentos caía en la ciudad de Valencia, como supe después. El público, estoico, aguantó lo que pudo, aunque, conforme aumentaba el caudal de lo que caía, se iba retirando a sus cuarteles de invierno, o abandonaba el teatro. Los técnicos de sonido, para evitar un cortocircuito o males mayores, fueron retirando los micrófonos al borde del escenario y los altavoces, con lo cual la lucha era entonces doble, contra la inclemencia atmosférica y contra la escasez sonora, que hacía que las voces de los actores llegaran al público limitadamente. Eso no quita que los actores, que también se mojaban como el público, a causa de las rachas de agua, a pesar de estar cubierta la escena, bajaran un ápice en su implicación y en su esfuerzo artístico, y bien podemos decir que, a pesar de los pesares, el montaje resultó excelente, y los últimos de Filipinas, que resistimos hasta el final, les respondimos con una larga ovación sonoramente menguada por el exiguo número de los que para entonces quedábamos.
            Ahora bien, todos esos inconvenientes de esa representación memorable, en mi caso particular han tenido un efecto positivo, cual es la relectura de la obra. Y entonces encuentro en ella, entre mil y un detalles interesantes, dos cosas que me han llamado mucho la atención.
            La primera es el exquisito juego con el punto de vista que practica Esquilo. Si, por una parte, deja hablar a los persas, los vencidos en esa ocasión histórica; por otra parte, su lenguaje está lleno de la mirada griega: desde denominarse a sí mismo bárbaros, hasta invocar a los dioses griegos (ese Zeus que domina todos y cada uno de los hechos) o defender instituciones griegas: cuando la Reina persa pregunta al Corifeo quién acaudilla a sus enemigos, éste le responde: “No se llaman esclavos ni vasallos de nadie.” ¿Podríamos asistir a una defensa más nítida de la democracia griega, por parte de un pueblo dominado por reyes que son cuasi divinos?”
            La otra cosa que más me llamó la atención fue la presencia, hacia el final de la obra, en el diálogo entre el Jerjes que regresa en harapos, derrotado, y el coro, de un ubi sunt? puesto en boca de este último: “¿Dónde está la otra muchedumbre de los tuyos? ¿Dónde están los que combatían a tu lado, Farandaces, Susas, Pelagón (…)?” y algo después “¿Dónde está tu Farnuco, y el valiente Ariomardo?” y aún continúa un buen rato con las interrogaciones.
            ¿Será que este tópico, que creemos latino, y especialmente medieval, aparece por primera vez en la primera tragedia griega que se conserva?                      

martes, 2 de junio de 2015

Cosecha de greguerías del 2015

Tampoco ha sido muy rica la cosecha de greguerías de este año, pero no quiero dejar de citar algunas que  responden perfectamente a las características del género inventado por Ramón Gómez de la Serna. Aquí van:

El sacapuntas resucita al lápiz. (Nuria Alegre, 4º A)

La pizarra es el tablón de anuncios del saber.( Javier Reig, 4º A)

Un ocho es un cero que lleva cinturón. (Ander Bodegas, 4º A)

Y las dos últimas de Jacobo Chistensen, 4º B:

El reloj llega siempre puntual a todas las horas del día.

En una habitación, la lámpara es Dios.