viernes, 25 de mayo de 2012

Virginia, Borges y Bioy: fin de curso.

Para cerrar el curso de Literatura Universal vuelvo a traer un pasaje de Virginia Woolf, donde nos habla del glorioso premio que es en sí el acto de leer. (Poned también en el buscador Borges Bioy y os encontraréis con otro texto de cierre de curso enormemente irónico y divertido: Lista de prohibiciones literarias.)

I have sometimes dreamt, at least, that when the Day of Judgement dawns and the great conquerors and lawyers and statesmen come to receive their rewards -their crowns, their laurels, their names carved indelibly upon imperishable marble- the Almighty will turn to Peter and will say, not without certain envy when he sees us coming with our books under our arms, “Look, these need no reward. We have nothing to give them here. They have love reading”.

Virginia Woolf – “How should one read a book?”

A veces he soñado, al menos, que cuando llegue el Día del Juicio y los grandes conquistadores y juristas y hombres de estado vayan a recibir sus premios –sus coronas, sus laureles, sus nombres indeleblemente grabados en imperecedero mármol- el Todopoderoso se volverá hacia Pedro y le dirá, no sin cierta envidia cuando nos vea llegar con nuestros libros bajo los brazos, “Mira, ésos no necesitan premio alguno. No tenemos nada que ofrecerles. Amaron la lectura”.

Virginia Woolf- “¿Cómo leer un libro?”

miércoles, 16 de mayo de 2012

En la muerte de Carlos Fuentes

Me entero, tarde como siempre (decididamente soy un hombre inactual), de la muerte de Carlos Fuentes, el mejicano que de niño leía en las piernas de Alfonso Reyes, que fue indispensable nexo de unión entre los escritores del boom, que escribía en español e inglés con la misma facilidad y que -privilegio de los dioses- tuvo una relación sentimental con Jean Seberg, a la que dedicó un libro (a la relación).
Sin ser uno de mis favoritos (nunca lo he leído mucho), "La región más transparente" fue mi compañero durante un periplo por la zona maya de México y Guatemala. Poco antes de ese viaje había descubierto su cuento "Chac Mool", que me tuvo poseído por algo más de un par de meses y al que dediqué un ensayo de literatura comparada que se puede consultar en este blog (marcar Chac Mool en el buscador). Al poderoso icono de Chac Mool lo visité en el templo de Chichén Itzá.
Traigo un par de imágenes: una de Fuentes en la época del boom, 1966 (aparecen un jovencísimo Vargas Llosa, su mujer Patricia, Fuentes en el centro, Juan Carlos Onetti, el gran crítico Emir Rodríguez Monegal,y, casi de espaldas, nada menos que Pablo Neruda. ¡Cuánta literatura!)
La otra es la estatua de Chac Mool en Chichén Itzá (Yucatán).


lunes, 14 de mayo de 2012

Milena Jesenská

Margarete Buber-Neumann, insigne mujer, dedicó un libro a su amiga Milena Jesenská, quien tuvo una relación sentimental con Kafka. En un momento narra un incidente que tuvo con sus guardianes nazis del campo de exterminio de Auschwicz, donde murió.

“La Gestapo la observaba. Pronto tuvo lugar el primer interrogatorio. Le preguntaron si se relacionaba con judíos, a lo que Milena respondió sin dudar: “¡Pues claro! ¿Tiene usted algo que objetar?”. Luego el funcionario de la Gestapo quiso saber dónde estaba un amigo suyo judío, a lo que, por supuesto, no obtuvo contestación. Hacía ya mucho tiempo que estaba en el extranjero. La siguiente pregunta, malévola, fue: “¿Es judío, tal vez, el padre de su hija?”. Milena, con tono compungido, contestó: “No, por desgracia, y, además, por casualidad”. Entonces el hombre de la Gestapo perdió del todo la calma y le gritó furioso: “¡Escuche! ¡Aquí no estamos acostumbrados a que nos contesten así”. Y Milena le replicó: “Ya lo supongo. Pero yo tampoco estoy acostumbrada a que me interroguen así...”.

Margarete Buber-Neumann: Milena. Tusquets, 1987

martes, 8 de mayo de 2012

El título de una novela de Hemingway

El sugestivo título de Por quién doblan las campanas,la conocida novela de Hemingway sobre la guerra civil española, procede de un pasaje del poeta metafísico inglés John Donne, contemporáneo de Shakespeare:


Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.

Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti
.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Plástica kafkiana

Hace algunos años, recorriendo las salas de un museo de Berlín, me encontré con un pequeño objeto que llamó fuertemente mi atención. Se trataba de una pieza tal vez de bronce o de mármol negro –no recuerdo bien- que representaba a un insecto (un escarabajo, una cucaracha…) con rasgos humanos. Tuve una pequeña conmoción y fantaseé si no sería este objeto el que desencadenaría la memorable ficción de Kafka, un Kafka que visitó en varias ocasiones la ciudad. No pude conseguir ninguna reproducción y no he vuelto a ver tal objeto (ni siquiera en el ciberespacio). Hace unas semanas, en una exposición en Madrid, sobre la pintura y grabados simbolistas de Odilon Redon, me topé con una imagen que de alguna manera prefigura el Gregorio de Samsa, de Kafka, y por eso prometí que volvería a traerlo a estas páginas. Se trata de la Araña sonriente.
Ahora bien, un pintor e ilustrador, que también fue un notable escritor (su obra Die andere Seite, que se suele traducir como La otra parte, es una muy inquietante novela), Alfred Kubin, es el que me resulta que expresa plásticamente un universo extraño y opresivo, muy próximo al de Kafka, que fue amigo suyo y a quien le ilustró El médico rural. Os traigo también un par de imágenes de él (Hacia lo desconocido y El intruso). Disfrutadlas… en la medida de lo posible.

martes, 3 de abril de 2012

Baudelaire y Platón (L´Albatros)

Parece ser que en los anhelos de elevación de Baudelaire (el Ideal que acompaña al Spleen), así como en su concepción de la tierra como exilio, late fuertemente el influjo platónico (también, por supuesto, el cristiano en su visión del ángel caído). El caso es que en dispersas lecturas he encontrado dos pasajes platónicos que me han hecho pensar intensamente en el Albatros baudelairiano.
El primero es un fragmento del Fedro que encontré citado en la Breve historia y antología de la estética, de José María Valverde. Reza así:

“Y por tanto sólo la mente del filósofo tiene alas, y eso es justo, pues, en la medida de su capacidad, siempre está aferrándose en el recuerdo de las cosas en que reside Dios y contemplando lo que es. Y el que emplea bien esos recuerdos se inicia siempre en misterios perfectos y es el único que llega a ser verdaderamente perfecto. Pero como olvida los intereses terrenales y queda arrebatado por lo divino, el vulgo le considera loco y le rechaza, sin ver que está inspirado.
Hablo aquí de la cuarta y última especie de locura, que se atribuye al que, al ver la belleza de la tierra, queda transportado con el recuerdo de la verdadera belleza: le gustaría echar a volar, pero no puede; es como un pájaro que se agita y mira a lo alto, sin cuidado por el mundo de abajo, y por eso le creen loco.”

El segundo pasaje consiste en una anécdota sobre Tales de Mileto (su caída en un pozo) que cuenta Platón (la tomo de W. Weischedel: Los filósofos entre bambalinas):
“Mientras Tales observaba las estrellas y miraba hacia arriba, cayó en un pozo y lo descubrió una sirvienta tracia, llena de vivacidad e ingenio. Tales deseaba saber qué había en el cielo; pero no se daba cuenta de lo que tenía delante suyo y bajo sus pies.”
El filósofo en el pozo es, desde luego, una aparición bastante curiosa. No obstante Platón da a ese relato un giro muy formal: “Todos los que viven dentro de la filosofía pasan por el mismo ridículo, ya que, en realidad, a alguien así se le oculta lo vecino y cercano, no sólo en todo cuanto hace sino también, casi, en su propio interior, en el concepto de si es realmente un ser humano o alguna otra forma de vida… Si se ve obligado, ante los tribunales, o ante cualquier otra audiencia, a hablar de lo que se encuentra a sus pies o lo que tiene ante sus ojos, provoca las carcajadas no sólo de las tracias, sino también de todos los demás presentes. Su grande inexperiencia le hace caer en pozos y encontrarse en toda clase de apuros, lleno de confusión; su torpeza es enorme y parece casi simplicidad.”

El giro fundamental que da Baudelaire al precedente platónico es el de sustituir al filósofo por el POETA.

lunes, 26 de marzo de 2012

El célebre poema de Eluard

Liberté
Paul Eluard (1895-1952)

Sur mes cahiers d'écolier
Sur mon pupitre et les arbres
Sur le sable sur la neige
J'écris ton nom

Sur toutes les pages lues
Sur toutes les pages blanches
Pierre sang papier ou cendre
J'écris ton nom

Sur les images dorées
Sur les armes des guerriers
Sur la couronne des rois
J'écris ton nom

Sur la jungle et le désert
Sur les nids sur les genêts
Sur l'écho de mon enfance
J'écris ton nom

Sur les merveilles des nuits
Sur le pain blanc des journées
Sur les saisons fiancées
J'écris ton nom

Sur tous mes chiffons d'azur
Sur l'étang soleil moisi
Sur le lac lune vivante
J'écris ton nom

Sur les champs sur l'horizon
Sur les ailes des oiseaux
Et sur le moulin des ombres
J'écris ton nom

Sur chaque bouffée d'aurore
Sur la mer sur les bateaux
Sur la montagne démente
J'écris ton nom

Sur la mousse des nuages
Sur les sueurs de l'orage
Sur la pluie épaisse et fade
J'écris ton nom

Sur les formes scintillantes
Sur les cloches des couleurs
Sur la vérité physique
J'écris ton nom

Sur les sentiers éveillés
Sur les routes déployées
Sur les places qui débordent
J'écris ton nom

Sur la lampe qui s'allume
Sur la lampe qui s'éteint
Sur mes maisons réunis
J'écris ton nom

Sur le fruit coupé en deux
Dur miroir et de ma chambre
Sur mon lit coquille vide
J'écris ton nom

Sur mon chien gourmand et tendre
Sur ses oreilles dressées
Sur sa patte maladroite
J'écris ton nom

Sur le tremplin de ma porte
Sur les objets familiers
Sur le flot du feu béni
J'écris ton nom

Sur toute chair accordée
Sur le front de mes amis
Sur chaque main qui se tend
J'écris ton nom

Sur la vitre des surprises
Sur les lèvres attentives
Bien au-dessus du silence
J'écris ton nom

Sur mes refuges détruits
Sur mes phares écroulés
Sur les murs de mon ennui
J'écris ton nom

Sur l'absence sans désir
Sur la solitude nue
Sur les marches de la mort
J'écris ton nom

Sur la santé revenue
Sur le risque disparu
Sur l'espoir sans souvenir
J'écris ton nom

Et par le pouvoir d'un mot
Je recommence ma vie
Je suis né pour te connaître
Pour te nommer

Liberté


Libertad

Sobre mis cuadernos de escuela,
sobre el pupitre, sobre el roble,
sobre la nieve y en la arena
escribo tu nombre.

Sobre las páginas leídas,
sobre las páginas incólumes
-piedra, sangre, papel, ceniza-
escribo tu nombre.

En las imágenes doradas,
sobre los signos de la Corte,
sobre tizonas y corazas
escribo tu nombre.

Sobre el desierto y en la jungla,
sobre la infancia de las voces,
sobre la rama y en la gruta
escribo tu nombre.

Sobre el pan blanco de los días,
sobre el prodigio de la noche,
sobre la flor y las vendimias
escribo tu nombre.

Sobre los cielos que azulan
en los estanques -muertos soles-;
sobre los lagos -vivas lunas-
escribo tu nombre.

Sobre las colinas remotas,
en las alas de los gorriones,
sobre el molino de las sombras;
escribo tu nombre.

Sobre los hálitos del alba,
sobre la mar y sus galeones,
sobre la demente montaña,
escribo tu nombre.

Sobre el vellón de los espacios
y el estertor de los ciclones,
sobre el limo de los chubascos,
escribo tu nombre.

Sobre las formas cintilantes,
sobre la pátina del bronce,
sobre las físicas verdades,
escribo tu nombre.

Sobre las rutas desveladas
y las sendas sin horizonte,
sobre las mareas humanas,
escribo tu nombre.

Sobre la llama que fulgura,
Sobre la llama que se esconde,
sobre los techos que se juntan,
escribo tu nombre.

Sobre la fruta en dos partida
del espejo que me recoge;
en mi lecho -concha vacía-
escribo tu nombre.

Sobre mi can goloso y tierno
y en la oreja que atenta pone,
sobre su salto poco diestro,
escribo tu nombre.

Sobre la grada de mi puerta,
sobre la loza y los arcones,
sobre las ascuas de la leña,
escribo tu nombre.

Sobre la carne que se entrega,
en la faz del amigo noble,
sobre la mano que se estrecha,
escribo tu nombre.

Sobre el vitral de los secretos,
sobre las bocas ya sin voces,
sobre los más hondos silencios,
escribo tu nombre.

Sobre el albergue derruido,
sobre el escombro de mi torre,
sobre los muros de mi hastío
escribo tu nombre.

Sobre la ausencia sin deseos,
sobre mi soledad insomne,
sobre los lúgubres aleros,
escribo tu nombre.

Sobre la calma que retorna,
sobre los extintos pavores,
sobre el anhelo sin memoria,
escribo tu nombre.

Y en el poder de tu palabra
mi vida vuelve a comenzar:
he renacido a tu llamada
para invocarte:

Libertad!

Versión de Carlos López Narváez